Los mexicanos podemos reconocer la grandeza de las obras de Luis Barragán por su gran colorido y los volúmenes arquitectónicos manejados, un ejemplo de ello son: las enormes torres de ciudad satélite, la Casa Giraldi de San Miguel Chapultepec y el faro de comercio en Monterrey.
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Fue famoso por sus obras contemporáneas y ha sido el único ganador de nacionalidad mexicana en ganar el premio Pritzker –considerado el Nobel de los arquitectos–. Simplemente Barragán es un estandarte como persona, un tesoro para nuestro país.
Por tal razón, hace casi un año aproximadamente (septiembre 2015) fue exhumada su tumba, que desde 1988 yacía en paz. Esto para conseguir un poco de sus cenizas y convertirlas en un… ¿diamante? Sí, los restos del arquitecto mexicano fue convertido en una piedra preciosa.
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La artista americana Jill Magid fue la creadora de dicha pieza. Un diamante de 2.02 quilates, pulido y con sofisticados cortes. Algo interesante, que vale la pena destacar, es que los diamantes usualmente se crean a partir de uno a tres billones de años de manera natural. Sin embargo, este tan solo tomo seis meses, gracias a una compañía dedicada a comprimir las cenizas de humanos y transformarla en alta joyería.
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Se dice que Magid creó el anillo para que ofrecérselo a Federica Zanco –quien posee el archivo profesional de Barragán–, como un intercambio para regresar el codiciado archivo (que se encuentra en Suiza) al natal país de este jalisciense ilustre. Esperemos que las disputas en la familia de Barragán y el cometido de la artista, tengan resultados positivos y se rinda honor a Luis Barragán.
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