Cuando rompes una taza o plato y se rompe en decenas de piezas, tu reacción lógica es recogerlas y tirarlas a la basura, ¿no? Además, las tiras con molestia, o remordimiento. Pero en las culturas orientales existe otro acercamiento a esto, que enaltece las piezas quebradas.
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Kintsugi es una técnica japonesa que su nombre significa, literalmente, “unir con oro”. En la estética zen, las piezas se deben recoger, volver a montar, unir con pegamento y cubrir con polvo de oro. El resultado es una pieza de cerámica preciosa y llamativa.
Al repararla, es posible dar una nueva vida a la cerámica que se vuelve aún más refinada gracias a sus “cicatrices” doradas. El Kintsugi es un ideal del Wabi Sabi, que enseña que los objetos imperfectos no son algo que ocultar, sino algo que mostrar con orgullo.
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¿Ves a dónde vamos con esto? El arte del Kintsugi es también una filosofía que puedes (y deberías) aplicar en tu vida. Para este caso, tú eres la taza rota. Porque todos hemos tenido nuestros momentos de quiebre, que nos dejan heridos y es imposible ignorar las cicatrices.
Por siglos, los maestros Zen desarrollaron un argumento de que las cosas rotas no deberían ser desechadas. Al contrario, merecen nuestro respeto y atención para ser reparados con enorme cuidado. Este proceso simboliza una reconciliación tuya con las fallas y los accidentes que han pasado en el tiempo.
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En una época en la que idolatramos la juventud, la perfección y lo nuevo, esta sabiduría del Wabi Sabi es más relevante y aplicable que nunca. El cuidado y amor que se le da a estos platos rotos nos debería dar la confianza para respetar lo que está dañado, vulnerable e imperfecto. Empezando por nosotros mismos y quienes nos rodean.
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