Ante la muerte de George Floyd en Estados Unidos, las protestas en contra de la brutalidad policiaca revivieron el viejo enfrentamiento en contra de un sistema racista que se niega a aceptarlo. Fue cuestión para que el asesinato de Giovanni Lopez a manos de la policía mexicana trajera el debate a casa.
Mucha gente intentó separarlo de lo que pasa en Estados Unidos, después de todo, según ellos en México ese racismo no existe. La idea de que México no es racista viene de la misma idea de que aquí la mayoría son “mestizos” y que eso no permite un discurso de raza como el que se vive en el resto del mundo. Esta noción fue creada, no para unir a una nación, sino para dividir y frenar cualquier tipo de cuestionamiento de raza. México es un país sumamente racista y es momento de ir más allá de lo mínimo, de abrir los ojos, de tomar acción y transformarnos.
Antes que nada, debemos aceptar que el racismo en México es una realidad, que a pesar de que la población sea considerada “mestiza” casi en un 90 %, las personas de tez clara tienen acceso a muchos privilegios que el resto no, y que las comunidades indígenas, han sido sumamente afectadas y negadas a lo largo de la historia nacional.
Debemos aceptar que el racismo se esconde en nuestras actitudes clasistas, machistas y xenófobas. Que al considerar que la población indígena vive en un supuesto atraso tecnológico y social es un problema histórico que tanto el gobierno como la población en general han intentado pasar por alto.
Debemos olvidar el mito del mestizaje y aceptar que México no es una sola “raza de bronce”, tal como se ha explicado muchas veces, las razas no existen, pero sí existe el racismo. Que la historia oficial ha cumplido un papel importante al intentar borrar a las personas morenas y negras de los grandes logros y las ha relegado al papel de personajes pasivos, que se dejan llevar por sus impulsos y que valen por lo que han sufrido.
México es un país diverso donde hay personas morenas, blancas, afrodescendientes; donde hay mexicanos cuyo origen es asiático y de muchos otros lugares. Negarlos es negar una parte importante de nuestra historia, misma que ha intentado ser borrada por el discurso oficial.
Necesitamos ser empáticos, comprender que se ha librado una guerra en contra de millones de personas por su color de piel, que el discurso capitalista de que todos tienen las mismas oportunidades es una falacia porque durante dos siglos se ha favorecido a un selecto grupo de personas. Tal como lo dice Federico Navarrete en su libro, México racista: una denuncia:
“Al asociar la pobreza y la desigualdad con la piel morena, se vuelve inevitable también que las comencemos a considerar como naturales e inevitables. Si la mayoría de los morenos son pobres y la mayor parte de los pobres son morenos, no es difícil pensar que esta condición es inherente a su aspecto físico, a su forma de ser y de vivir. De esta manera, la marginación deja de ser un problema de la sociedad, de todos nosotros, y se convierte en un problema propio de ellos, los que son diferentes a nosotros”.
México tiene muchos problemas y el racismo es uno de los más grandes, pues logra insertarse en el resto de los problemas sociales que se viven: la violencia, el machismo, la discriminación. Tenemos que educarnos, buscar información relevante que aborde el tema, terminar con la idea de que es un tema tabú y enfrentar una realidad que nos afecta y no nos permite progresar hacia una sociedad mucho más empática y justa.
Libros como el de Federico Navarrete son un gran punto de inicio para comprender las dimensiones del racismo en México. Iniciativas como la de Racismo mx son fundamentales para dar seguimiento al problema y claro, el cambio individual, desde dejar de usar palabras como “naco” o “indio”, educarse más allá de lo superficial y combatir abiertamente el racismo son algo que todos deberíamos hacer.