Ser adulto en 2020 no estuvo fácil. Afrontamos muchos retos como humanidad, equipos de trabajo, papás, amigos, etc. Pero recuperamos alguna que otra parte de nuestra esencia que nos hacía falta. Regresamos a tener pasatiempos de la infancia como pintar, bailar, hacer legos o rompecabezas, etc. Más allá de proporcionarnos un breve escape de la realidad, estas actividades lúdicas nos recordaron que, de hecho, era posible volver a sentir alegría con unos minutos para jugar como cuando éramos niños.
Este año, queremos darle prioridad a esos momentos de alegría. Después del año que tuvimos, cultivar y celebrar los pequeños momentos de felicidad que nos ayuden en un proceso más catártico, reconfortante y esencial para un bienestar duradero. Por eso, resaltaremos la importancia de atender más a nuestro niño interior y ser más juguetones, ligeros y divertidos. Es posible asignar un tiempo cada día para que esto suceda.
Los niños tienden a ser más conscientes de su entorno. Se dan cuenta de las pequeñas cosas que experimentan en la vida y usan el juego y el movimiento para ayudarlos a procesar y regular sus emociones. Como adultos, podríamos regresar a estas prácticas en momentos exigentes emocionalmente. De acuerdo con la psicóloga Nicole Beurkens, el juego le da a la mente libertad para explorar y trabajar a través de sentimientos y experiencias incómodos, y también puede servir como una distracción. Como adultos, una de las mejores formas de reducir el estrés es reducir la velocidad y ser más conscientes, asimilando las cosas que nos dan alegría de la manera más pequeña a lo largo del día.
Considera esta sesión de juego la excusa perfecta para construir ese fuerte en la sala, subirte a un árbol o comerte ese postre que te remonte a la infancia. La reconexión con nuestro niño interior es una forma de cuidado personal importante. Se trata de encontrar algo nuevo o que disfrutabas de pequeño, y si hace que muevas el cuerpo o trabajes los músculos mentales, mucho mejor. Por ejemplo, hacer una manualidad, compra un libro para colorear para adultos, ve al parque a columpiarte o jugar como en el patio del recreo, sube (o simplemente abraza) un árbol, construye algo de Legos, acampa en la sala, o simplemente baila al ritmo de tu canción favorita.
No sientas que jugar es una tarea más, conforme lo hagas un hábito, se te dará más natural y te encontrarás a ti mismo disfrutando de las cosas más simples y te sentirás con la inocencia de un niño. Recuerda reirte más, premiarte por hacer pequeños logros y sobre todo, nota las pequeñas cosas. Despierta tu curiosidad. Para un regreso rápido a este mindfulness de la infancia, date un paseo por tu casa y asimílalo como lo haría un niño: ¿Qué ves, oyes, hueles y sientes?¿Cuál de esas cosas te trae alegría?. Este también es un gran ejercicio para probar al aire libre en una caminata.
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