Por Ricardo Alonso
Cargado de una energía muy peculiar y ayudado por sus indescriptibles paisajes, Mazunte se ha convertido en un paraíso de relajación que encuentra su epítome en un lujoso, pero cálido hogar frente al mar. Este lugar especial, con muros que parecen formados por un acantilado, a cuyos pies se extiende una alfombra de arena sobre la que desfila imponente el mar, se llama ZOA y es hasta hoy, el secreto mejor guardado de la costa oaxaqueña.
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Como lo promete su slogan, más que un centro de hospedaje, el inmueble se convierte, durante vacaciones, en tu casa en la playa. El despertador es el mismo sol entrando a chorros por los ventanales que dan a las habitaciones las mejores vistas para despertar, en lo alto, de frente al mar.
Apenas son cinco los cuartos, distribuidos a la distancia necesaria para sentirse solos, más no aislados en el paraíso. Y esto es porque en las áreas comunes habrá oportunidad de convivir con alguien más, si se desea, porque sobran rincones donde esconderse a descansar. O bien en una hamaca en una cornisa o sobre los enormes y cómodos cojines de un anfiteatro al aire libre.
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La alberca, tipo infinito, se confunde con el claro cielo oaxaqueño y el mar, que unas veces se muestra esmeralda como en el Caribe y otras intensamente azul como es propio del Pacífico. Es ideal para parejas sin niños, lo más importante aquí es disfrutar de la compañía.
Las habitaciones, por la misma razón, no están equipadas con más sistemas de entretenimiento que el sonido de las olas y las apantallantes puestas de sol. No hay televisión ni radio, apenas un dispositivo de aromaterapia que ayuda a relajarse y disfrutar. El internet, aunque intermitente, sí es una opción para regresar a ese mundo que a veces cuesta dejar, pero no habrá ningún deseo ni necesidad de él. La bañera, junto a la ventana, da la sensación de que se toma la ducha bajo la lluvia y no en la regadera. Finalmente, un pequeño balcón con un par de mecedoras redondea la experiencia de lo que es realmente gozar una habitación de hotel.
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El restaurante es otro de los detalles que no te debes perder. No solo por la frescura de los frutos del mar que son la carta fuerte del lugar, sino por la sazón tradicional que le imprime el chef. Su menú cambia según los ingredientes disponibles del día, pero siempre hay platos regulares a los que se puede acudir cuando no se quiere arriesgar.
Por la noche, el cielo confirma que no hay lugar mejor en el que se pueda estar en Mazunte, hotel mil estrellas del que no hay necesidad de salir y que bien vale la pena descubrir y disfrutar.
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Nota originalmente publicada en Robb Report México.
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