Antes de escuchar el nuevo disco de Vampire Weekend hay que tener en claro un par de cosas. La primera sería su mutación: después de tres discos la banda se ha concentrado en un solo personaje. Ezra Koening dejó de consultar el apoyo de los que ya no están para crear. La otra sería generacional: es un grupo que nació y creció en el nuevo milenio, una agrupación que supo conectar el salto musical entre generaciones, el eslabón que conecta la nostalgia con el presente en el -ahora- icónico libro de Lizzy Goodman.
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A partir de ahí las lecturas se disparan. Se trata de un grupo que lo dio todo en sus primeros discos y que supo cómo crear una obra maestra (“Modern Vampires Of The City”) antes de su potencial fracaso. Sin embargo, en su cuarto disco de estudio, también, lograron abrir una brecha más interesante. Aquella en la que la experiencia sirve como catalizador para la creación y en donde la práctica hace al maestro.
Sus discos, siempre encaminados a una ligera exploración sobre la vida, sus complicaciones y la inminente muerte, han servido como guía para la generación actual. “Father Of The Bride” es una consecuencia de aquello. Aquí se siente un grupo lleno de teorías que se esfuerzan en convertirse en realidad, una especie de tesis sobre lo que es capaz de hacer en situaciones de adultez De la tropicalidad de “Spring Now” al pop más clásico de “Stranger”. El disco tardó seis años en ver la luz y en cada una de las canciones se nota la paciencia.
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Está compuesto por 18 canciones, es un disco doble y cada una de ellas pone a prueba la capacidad del grupo para pisar terrenos. Por momentos hay canciones que suenan familiares como “Bambina”, pero también hay experimentos enteramente nuevos para el grupo como la bellísima “Rich Man”. Es un álbum compuesto a partir de dualidades, una lucha constante entre la tradición del grupo y su siempre cruzada de innovación. Entre los recuerdos adolescentes y la mira hacia un futuro mejor. “Father Of The Bride” es un disco que desafía a los fanáticos y que al mismo tiempo ofrece recompensas para los que se quedan.
Su ambición no está solo en la cantidad de canciones que incluye el disco. En “This Life”, por ejemplo, se escucha un verso que recita “you’ve been cheating on me / but i’ve been cheating through this life / and all its suffering”, una clara muestra del tiempo sobre los hombros. No diferente a aquella de la mencionada “Rich Man” que dice “thousands of steps and staircases to climb / thousands of men you’d likely most likely decline / and yet I’m the one”. El grupo está consciente de su propia línea de vida.
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Los temas, también, se han vuelto mucho más profundos y la narrativa un poco más coherente de lo normal. No importa que sea un disco doble, parece que todo tiene una perfecta secuencia. Comienza con un dueto con Danielle Haim y a la mitad aparece otro, todo para terminar con una lindísima canción sobre el amor a través de las distintas vidas que uno pudiera vivir. Si la cualidad de un adulto en forma es pensar en el pasado, presente y futuro como un método de asfixia natural, “Father Of The Bride” es un disco que lo hace con una perspectiva optimista.
No hace falta decir que está lleno de vida. Los viejos trucos del grupo están ahí: desde las percusiones hasta los bajos melancólicos; desde las guitarras enterradas en la infantilidad hasta la voz de Koening envuelta en dulzura. Lo que hace a “Father Of The Bride” algo digno de sus tiempos es su capacidad para convertir toda vulnerabilidad en una fuerza poderosa que clama seguir el paso. El disco puede estar envuelto de una melancolía especial, pero al final siempre hay una luz al final del túnel. Siempre se puede intentar ser mejor.
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Podría parecer que Vampire Weekend es uno de esos grupos temporales, sin la capacidad de avanzar conforme su generación lo requiere. Podría parecer que son una banda a quienes hay que recordar por un par de canciones triunfantes. Sin embargo son un conjunto de personas con una discografía impecable. “Father Of The Bride” es ese disco que se muestra necesario para los tiempos de cinismo, oscuridad y pretensión en los que vivimos.
Con él, Vampire Weekend nos recuerda que la pasión es, posiblemente, el gatillo más fuerte de la humanidad actual. “I don’t wanna live like this / but I don’t wanna die”, dicen en “Harmony Hall”, y es, acaso, el sentimiento más puro de todos aquellos que crecimos -y sobrevivimos- con su música hasta el día de hoy.