En un abrir y cerrar de ojos dejamos de ver a nuestros amigos, nuestro lugar de trabajo, la calle llena de gente, plazas, gimnasios, familia, escuela o cualquier lugar exterior lleno de personas. Todo eso a lo que estábamos acostumbrados como una rutina en la que apenas teníamos tiempo de respirar debido a que estábamos acostumbrados a vivir tan apresuradamente sin valorar cada momento. Todo se frenó, haciendo que nuestro cuarto se convirtiera en el único consuelo que teníamos para pasar los días lluviosos o soleados y ver tan solo desde la ventana.
Sin previo aviso solo tuvimos que quedarnos en casa y vivir de manera diferente. Una pandemia que nadie tenía contemplada hizo que tuviéramos que enfrentarnos al peor miedo que podríamos vivir que era estar con nosotros mismos día y noche y nuestro cuarto y sus cuatro paredes eran los únicos testigos de esos días soleados y grises al tener que dejar de lado cada plan y sueño que teníamos porque ¿quién no tenía una lista de metas y planes que hacer durante el año? todos de cierta moda tuvimos que pausar todo.
No es que no conviviéramos con nosotros antes, simplemente que un día el mundo se paralizo y no tuvimos de otra que dejar todo lo que hacíamos y cambiar esa rutina por una desde casa a la que no estábamos acostumbrados. Aunque muchos pensaron que sería muy rápido y en un par de meses todo volvería a la normalidad, la verdad es que no fue así. La vida continuo y nosotros en lugar de adaptarnos a esta nueva manera de vivir en nuestro cuarto y pensar qué seria temporal. Fuimos entendiendo que ahora se vive una nueva realidad.
Una realidad que a muchos nos aterraba, para muchos el poder frenar sus planes y quedarse en casa les permitió explorar una faceta que pocos conocían de sí mismos. Esa en la que reconectaron con su interior y volvieron a lo más básico haciendo cosas que ya no les daba tiempo o cosas que simplemente nunca se habían animado a realizar por miedo al que dirán o pena. Otros en lugar de lograr conectar con su espíritu, se comenzaron a ahogar en las cuatro paredes de su cuarto al no saber cómo enfrentar el vivir en casa sintiendo ansiedad, tristeza o hasta depresión.
El punto fue que muchos vivíamos pensando en el futuro, en lugar de vivir el presente y tomarnos el tiempo de disfrutar de cada momento especial, vivíamos corriendo, cada día más apresurado que el anterior. Por lo que en lugar de ver a la pandemia como algo que nos frenó en nuestros sueños, días felices o metas. Es momento de cerrar el año de la mejor manera viendo todo lo que paso como una reflexión de algo que nos permitió encontrarnos a nosotros mismos en un mundo en el que estábamos perdidos completamente.
Nos ayudó a valorar a las personas, a nuestro entorno, trabajo, actividades y lo que tiene mayor importancia, nosotros mismos. Partiendo de estar en nuestro cuarto de un lado a otro, algunos días trabajando, otros viendo películas mientras lloramos y comemos helado, otros estudiando o haciendo tareas, limpiando, hablando con nuestros seres queridos por medio de videoconferencias en lugar de poder abrazarlos en persona. Todo cambio y la vida sigue, sin frenarse un solo día.
Días perdidos fueron quedando en el pasado luego de muchos meses en casa y haciendo que valoremos cada día que se va volando pese a que no podamos salir, con recuerdos de todo lo que vivimos años pasados, también recuerdos de todo lo que vivimos este año a distancia de las personas que amamos, todo eso para llenarnos de coraje y seguir adelante de la mejor manera. El tiempo pasa y solo queda agradecer por lo que tenemos, es momento de frenarnos un poco, está bien que queramos correr, pero hay veces en las que es mejor ir caminando paso a paso para poder apreciar un bello día.
Así que en lugar de ver como una desgracia todo aquello que vivimos este año, es momento de verlo como algo que nos llenó de sabiduría ya que ¿Cómo podríamos valorar los arcoíris sin un poco de lluvia en el camino? Es lo mismo, siempre acostumbramos a ver todo muy bueno o tirarnos a la desgracia con los días malos, no logramos ver un punto intermedio de las cosas. Hay matices a lo largo de nuestra vida que nos hacen ver que hay un punto medio de todo y valorar esa estabilidad. Ni todo es blanco, ni todo es negro, hay una gran gama de colores que podemos experimentar en un solo día. Y así como llegan en segundos pueden cambiar nuestras emociones.
En lugar de ver esto como algo malo, es momento de valorar lo bueno, agradecer a esas cuatro paredes que al paso de los meses nos escucharon reír, llorar, recibir noticias que nos llenaron de vida, noticias que nos rompieron el corazón, momentos que nos llenaron de entusiasmo por logros que conseguimos o días en los que nos sentíamos perdidos, pero siempre teniendo presente que solo quienes tienen esos recuerdos enraizados logran sentirse plenos pese a que todo sea encerrados en nuestro cuarto. No esperes a que puedas salir para vivir, la vida sigue y esta en ti vivir tan feliz como te sea posible.
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