Por Mary Gaby Hubard
En muy poco tiempo las redes sociales de todos los mexicanos se llenaron de selfies, frente a un espejo, en un cuarto negro lleno de luces de LED de colores o de falos blancos con puntos rojos.
Yayoi Kusama llegó a México el año pasado, y su popularidad fue arrebatadora. Las filas comenzaban a las 8 AM, llegando desde Tamayo hasta Reforma. Todo con tal de pasar aunque fueran 45 segundos dentro del “Infinity Room” de la artista.
Obsesión Infinita, es un restrospectiva del trabajo de Kusama con más de cien obras distintas (pinturas, esculturas, vídeos e instalaciones) que van de 1949 a la fecha. La curaduría, a cargo de Philip Larratt-Smith y Frances Morris es excepcional.
Desde pequeña, Kuama tenía alucinaciones en las que veía los mismos polka dots de sus obras, pero en las superficies de muebles, paredes, escaleras, etc. Y conforme se iba acercando a los puntos, y los tocaba, sentía cómo se contagiaba de ellos. Afortunadamente (para ella y para todos los que tenemos la oportunidad de apreciar su trabajo), la artista logró convertir lo que para muchos sería una aflicción, en una fuente de inspiración.
Este es el último fin de semana de la artista en el Tamayo, por lo que les recomendamos que lleguen muy temprano a formarse para no perder la oportunidad de verla.
Twitter: @MGHUBARD