Seguramente en estos días, las fotografías de Santiago Arau no han pasado desapercibidas por tu feed en Instagram, tal vez ya llegaron a los posts que tus familiares comparten en Facebook.
Desde trabajadores esenciales usando su equipo de trabajo, hasta el metro Pantitlán a hora pico, sin embargo, las que a mí han llamado la atención (además de las increíbles tomas artísticas que captura en cada una de sus fotos) son las de la Torre Latinoamericana.
Durante 26 años, desde 1956 hasta 1982, la Torre Latinoamericana fue el rascacielos más alto de la Ciudad de México y de Latinoamérica, hasta que el título se lo arrebató la Torre de PEMEX, sin embargo, ha permanecido como un símbolo de una ciudad que se rehusa a ceder.
A poco más de un año de su apertura, un terremoto golpeó a la ciudad, ahí, el Ángel de la Independencia cayó, pero la torre de 166 metros fue noticia por superar la difícil prueba. Claro, la tecnología de los años 50 era mucho mejor que la de inicios del siglo XX, pero en 1985, cuando el Centro Histórico fue una de las zonas de mayor desastre en el terremoto de 1985, la Torre Latinoamericana mantuvo el suelo.
El daño existe, pero la vida sigue. La ciudad, así como la torre, se mantiene en pie y soporta lo insoportable, pero no deja que el terreno, por frágil que sea, la derrumbe.
Esta es una ciudad que se construye día a día, que no pasa un día sin tragedias, pero que también cuenta con una historia que abarca medio milenio, por lo que está más que conciente de quién es y qué puede aguantar.
Esta torre se ha convertido en un símbolo de la resiliencia chilanga, un recuerdo de lo que somos y el lugar donde nos encontramos, una imagen que podemos vislumbrar desde casi toda la ciudad y que al verla nos dice que ahí está nuestro centro, que así como ella, podemos salir de esto de nuevo.
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Tal vez hace semanas no hayas visto la torre de cerca, tal vez no estés en un edificio que te permita verla en el horizonte, pero esas fotos de Santiago Arau, esa frase de #QuédateEnCasa que reza en la punta del edificio, son mensajes que van más allá de la pandemia, son recuerdos de que aquí han pasado cosas inimaginables, pero que siempre las superamos, que esto pasará y que, como el resto de los momentos difíciles en la ciudad, nos unirán más que nunca.