Por Yoare Heredia
Perú, es uno de esos países a los que tienes que ir al menos una vez en la vida. Entre muchas otras cosas, esconde dos maravillas: Machu Picchu y su espectacular gastronomía. Si tienes pensado viajar a este país para conocer Machu Picchu, piensa que los meses de septiembre, octubre y noviembre son la mejor opción para hacerlo.
Puedes volar directamente a Cusco o darte una vuelta primero por Lima para después volar a tu destino. Lima vale 100% la pena y es que varios de sus restaurantes están posicionados en las listas de los mejores a nivel mundial. Para probar comida tradicional peruana, Isolina es la opción. En este restaurante ubicado en el Distrito de Barranco podrás comer platillos típicos en un ambiente muy relajado, como si estuvieras en casa.
Si estás en busca de una opción mucho más tradicional, la Huaca Pucllana es LA opción. Además de la vista espectacular que te ofrece este lugar, podrás encontrar el mejor ceviche caliente, sí leíste bien, CALIENTE. Cualquiera que sea la opción que elijas, ya que estés en Cusco deberás tomar un taxi o un autobús con dirección a Ollantaytambo para poder continuar con tu camino hacia Machu Picchu.
Ollantaytambo es conocido por su zona arqueológica prácticamente incrustada en la montaña y por qué además, ahí se encuentra una de las estaciones para tomar el tren a Aguas Calientes, que es el poblado más cercano a Machu Picchu.
Para llegar a Aguas Calientes te recomendamos tomar el tren ya que es toda una experiencia. El recorrido es de dos horas y media a través de las montañas y mientras vas disfrutando del paisaje, te dan como cortesía té de coca, que te ayuda con los síntomas del “mal de altura”.
Justo afuera de la estación de Aguas Calientes encontrarás un mercado de artesanías, no puedes dejar pasar la oportunidad de comprar alguna prenda de lana de alpaca que es súper calientita y típica de Perú. También te recomiendo que busques a las señoras de la localidad que venden choclo (elote) con queso, pruébalo, es completamente diferente al elote amarillo que estamos acostumbrados a comer, es una delicia.
Aguas Calientes es un pequeño poblado a 2,040 metros de altura, que se encuentra a orillas del río Urubamba. Rodeado de montañas y con calles empinadas, es este el mejor acceso a Machu Picchu. La recomendación es pasar ahí la noche y subir a la zona arqueológica al otro día muy temprano ya que la entrada es por turnos.
El día que subas a Machu Picchu no olvides llevar bloqueador (aunque esté nublado) y tu pasaporte para que te lo sellen en la entrada. El recorrido empieza con una caminata, más o menos de 10 minutos, subes varios escalones hasta una explanada. Ahí, es donde tendrás tu primer “contacto visual” con la imponente y característica montaña del lugar, Huayna Picchu. La perspectiva que se tiene desde ese punto es simplemente espectacular. Difícil poder describirlo en palabras.
Después subirás otros diez minutos hasta una segunda explanada, en la cual generalmente los guías te platican un poco de la historia del lugar. Uno de los datos curiosos que te dan, es que cuando los españoles invadieron Perú y llegaron a Cusco, el emperador inca que gobernaba Machu Picchu se enteró que estaban destruyéndolo todo, por lo que ordenó abandonar la ciudad para protegerla.
La ciudad inca estuvo abandonada hasta 1911 que fue redescubierta por el norteamericano Hiram Bingham, pero gracias a eso, es que se logró conservar ese mágico lugar. Machu Picchu es paz, así que no dudes en caminar por todos los rincones del lugar, la vibra que se siente al recorrerla es inexplicable, y ver a los turistas de miles de nacionalidades asombrarse ante su belleza es increíble. Sin duda merece ser considerada una de las siete maravillas del mundo moderno y claro está, ¡tiene decenas de #instaspots para que tomes las mejores fotos.
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