“¿Qué sentido tiene estar con alguien si no te cambia la vida?”, se preguntaba acertadamente Alejandro Zambra en “Bonsái”, su primera novela que vio la luz en 2006. Compartir experiencias con alguien siempre deja recompensas y éstas pueden ir desde la felicidad más profunda hasta la depresión más oscura, sin embargo ambos extremos y todo el camino que hay entre ellos es valioso para cualquiera. Esas cosas son las que verdaderamente cambian la vida de alguien.
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En “Call Me By Your Name”, la más reciente película de Luca Guadagnino basada en la novela del mismo nombre de André Aciman, vemos cómo la vida de Elio de 17 años, interpretado por el nuevo ídolo adolescente Timothée Chalamet, da un giro inesperado cuando conoce a Oliver, un muy astuto –y mayor- Armie Hammer. Vemos cómo la relación se convierte en un hito de vida para el primero durante un verano en Italia mientras una atinada selección de canciones enmarca la historia.
Como era de esperarse, la música que Guadagnino eligió está llena de detalles que complementan lo que se puede ver en pantalla. Están las interpretaciones incidentales de viejos conocidos como Ryuichi Sakamoto y John Adams; y también muestras de belleza pop italiana como Marco Armani, Franco Battiato y André Laplante. Pero, además, guarda otras sorpresas dignas de la época en la que todo sucede.
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Es una historia de amor en los ochenta y su música lo refleja perfecto. No solo aparecen en el listado Joe Esposito y Giorgio Moroder, aquel que cambió el juego por completo en la música electrónica durante esa década, sino que también cuenta con el éxito más grande de los Psychedelic Furs como una de sus canciones más emblemáticas: a través de sus notas vemos cómo el amor entre Elio y Oliver va siendo cada vez más fuerte y cómo resuena en sus experiencias.
Y es este amor el que permite hacer un viaje en el tiempo cuando aparece Sufjan Stevens, acaso la única contribución que lleva al espectador a la época actual a través del oído. Con una nueva versión de una vieja canción conocida y con otro par compuestas específicamente para la película, Stevens captura el alma de lo que pasa en la pantalla. Su música es tan delicada como la relación entre los protagonistas, tan emocionante como sus momentos más dulces y, al mismo tiempo, tan desgarradora como su inevitable adiós. Además de todo el arte alrededor, es una película que pone especial atención a su soundtrack y lo convierte en una herramienta más de su narrativa.
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La cuestión de Zambra no solo aplica para personas, sino para todo tipo de acompañante y “Call Me By Your Name” es uno tan cálido que es imposible no disfrutarlo. Este soundtrack prueba perfecto la teoría de David Byrne: “la música resuena en tantas partes del cerebro que es imposible concebirla como algo aislado. La música es con quién estuviste cuando la escuchaste, cuántos años tenías y qué estaba pasando ese día.” Esas cosas no se olvidan.
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