No es fácil. Encararnos es más complicado de lo que parece y aprender a vivir solo con nosotros, sobre todo después de haber pasado nuestra vida junto a otras personas, es uno de los retos más grandes. Por eso, soltería, cuando llegaste a mi vida, el miedo era infinito, sin embargo, hoy doy gracias por todo lo que vivimos.
Eres una introspectiva travesía hacia la soledad y el autodescubrimiento. A menudo, soledad y soltería son términos que se utilizan de manera indistinta, pero, en realidad, encierran significados muy diferentes. Se dice que la soledad es un silencio del corazón que se hace adictivo, por otro lado, la soltería es un acto consciente de solitud, un retiro deliberado de los demás para conocerse mejor a uno mismo.
La soledad se experimenta como un vacío doloroso, una añoranza constante de compañía. Es un estado de aislamiento percibido, un grito silencioso de desconexión. La solitud, en cambio, es un estado de serena autocomplacencia, un regocijo en nuestra propia compañía.
Una es una carga negativa, algo que sentimos que nos imponen cuando nosotros queremos estar con alguien más y nos sentimos incapaces de poder encararnos como llegamos a este mundo, solos. La segunda, la solitud, es lo que viene cuando aceptamos la soledad, no como algo negativo, sino como una parte esencial de nuestra existencia. Cuando la vemos por las ventajas que tiene y lo que puede enseñarnos dejamos de huir y realmente disfrutamos quienes somos.
Es en este estado de solitud donde entablamos una conversación profunda y sincera con nuestros pensamientos, sueños, miedos y ambiciones. Soltería, me has enseñado que es vital entender y aceptar el “yo” antes de abrirnos a un “nosotros”. Me enseñaste que más allá de buscarme en alguien más o de “complementar” una media naranja, soy una persona completa, llena y que no necesita de nadie más para ser feliz.
A través de nuestro viaje, he aprendido a escuchar la melodía de mi corazón, a decodificar mis necesidades y a descubrir lo que realmente anhelo en la vida. He podido desplegar capas ocultas de mi ser que estaban escondidas detrás del ajetreo diario, las expectativas externas y las convenciones sociales.
He encontrado una sorprendente paradoja en esta soledad. A pesar de estar solo, me siento más conectado que nunca: conmigo mismo y con el universo. Como decía el filósofo Blaise Pascal, “Todo el mal de los hombres proviene de una sola cosa, que es no saber permanecer en reposo, en una habitación”. En la quietud de la soltería, he encontrado un poderoso sentido de conexión y paz.
La soltería no es un estado del que escapar, sino uno para sumergirse y explorar. Aquí es donde aprendemos a estar a gusto con nosotros mismos, a apreciar nuestras peculiaridades y virtudes, y a entender nuestras debilidades. Solo cuando nos amamos verdaderamente a nosotros mismos podemos amar genuinamente a otro.
Esto no es un manifiesto contra la compañía. Por el contrario, es un reconocimiento de la relación más profunda que podemos establecer con nosotros mismos cuando abrazamos la solitud. Cuando encontramos compañía, es un viaje compartido entre dos individuos completos, enriqueciendo sus vidas aún más.
No obstante, es esencial entender que nuestro valor no se define por nuestro estado de relación. No debemos precipitarnos a otra relación por el temor a la soledad, sino aprender a estar solos sin sentirnos solitarios. Solo entonces estaremos verdaderamente listos para abrazar un “nosotros” sin perder el “yo”.
Querida Soltería, gracias por enseñarme sobre la belleza de la solitud. No sé cuándo este viaje de soltería se transformará en compañía, pero no le temo a la incertidumbre. Por ahora, me contento con explorar mi ser, disfrutar de mi compañía y saborear este viaje en soledad. Llevo conmigo las lecciones que me has enseñado. Me has brindado el regalo de la solitud, una oportunidad para conocerme, amarme y ser yo mismo.
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