El ser humano entiende su realidad a través de historias. Es por eso que tendemos a decir que la historia se repite, que al tener una crisis los políticos o las celebridades buscan “cambiar la narrativa”. Es más fácil para nosotros entender una historia que la complejidad del mundo. Esa es una de las maravillas de los libros, nos muestran un mundo entero y complejo a través de una historia y por eso se mantienen como una de las cosas más importantes que tenemos para nutrir nuestra imaginación y creatividad.
Adentrarte a un libro, sobre todo a una novela, es conocer personajes, situaciones, lugares y épocas que no es posible que conozcas con tanto detalle más que en el papel impreso (o tu e-reader favorito o incluso en audiolibro), porque ahí es donde puedes comprender qué es parte de tu cotidianidad, qué te permanece ajeno, qué necesitas explorar y qué es lo que simplemente no quieres volver a saber.
Hay ciertos libros que pasan de mano en mano, de generación en generación y que se convierten en los imperdibles. Antes que nada, los libros que uno debe leer son los que le interesan, los que te atrapan y van de acuerdo a tus gustos, nadie debe imponer su gusto sobre el de los demás, sin embargo, estos libros han superado la prueba del tiempo, otros han sido aclamados en tiempos más recientes y millones de personas están de acuerdo en que lo que puedes aprender de sus historias, si no bien no es tan fácil de explicar, es capaz de cambiar tu vida para siempre.
Pride and Prejudice – Jane Austen
Somos pocos los que tenemos suficiente valentía para enamorarnos del todo si la otra parte no nos anima.
Farenheit 451 – Ray Bradbury
No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe.
El principito – Antoine de Saint-Exupéry
He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
Los Miserables – Victor Hugo
El porvenir es mucho más de los corazones que de las mentes. Amar, eso es lo único que puede ocupar y colmar la eternidad. El infinito precisa de lo inagotable.
Cien años de soledad – Gabriel García Márquez
Preguntó qué ciudad era aquella, y le contestaron con un nombre que nunca había oído, que no tenía significado alguno, pero que tuvo en el sueño una resonancia sobrenatural: Macondo.
1984 – George Orwell
La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza.
Ensayo sobre la ceguera – José Saramago
Si no somos capaces de vivir enteramente como personas, hagamos lo posible para no vivir enteramente como animales.
La guerra no tiene rostro de mujer – Svetlana Alexiévich
Al principio nos escondíamos, ni siquiera enseñábamos nuestras condecoraciones. Los hombres se las ponían, las mujeres no. Los hombres eran los vencedores, los héroes; los novios habían hecho la guerra, pero a nosotras nos miraban con otros ojos. De un modo muy diferente… Nos arrebataron la Victoria, ¿sabes?
Conjunto Vacío – Verónica Gerber Biecci
Todas las cosas se descubren después. La soledad, por ejemplo. No cuando creemos que estamos solos ni cuando nos sentimos abandonados. Eso es otra cosa. La soledad es invisible, se atraviesa sin saberlo, sin darnos cuenta. Al menos esta de la que hablo. Es una especie de conjunto vacío que se instala en el cuerpo, en el habla, y nos vuelve ininteligibles. Aparece inesperadamente al mirar hacia atrás, instalada en un momento en el que no habíamos reparado.
Beloved – Toni Morrison
Cualquier blanco podía apropiarse de toda tu persona si se le ocurría. No sólo hacerte trabajar, matarte o mutilarte, sino ensuciarte. Ensuciarte tanto como para que ni tú mismo pudieras volver a gustarte. Ensuciarte tanto como para que olvidaras quién eras y nunca pudieras recordarlo. Y aunque ella y otros lo habían soportado, no podía permitir que le ocurriera a los suyos. Lo mejor que tenía eran sus hijos. Los blancos podían ensuciarla a ella, pero no a lo mejor que tenía, lo más hermoso y mágico, la parte de ella que estaba limpia.
Americanah – Chimamanda Ngozi Adichie
Yo vengo de un país donde la raza no era motivo de conflicto; no pensaba en mí como negra, y me convertí en negra precisamente cuando llegué a Estados Unidos.