¿Recuerdas ser niño cuando te admirabas y sorprendías por todo? Cualquier cosa nos provocaba emoción, intriga, dudas, nuevas ideas. Nos divertíamos muchísimo y realmente necesitabas muy poco para ser feliz.No conocíamos el aburrimiento. Las preguntas infantiles, realmente eran buenas, por más básicas que fueran.
Lamentablemente, hay investigación que muestra que nuestra propensión a la curiosidad disminuye constantemente con la edad conforme tratamos de ser más eficientes y dejamos de cuestionarnos cosas. La rutina del diario que tenía como objetivo lograr las cosas y algo de descanso, acabó con nuestra curiosidad. Pero hoy, nos refugiamos en casa sin horarios rígidos, lo que teníamos en un calendario se ha cancelado.
De un día al otro, nos encontramos con horas vacías para preguntarnos, aprender algo nuevo, e intrigarnos por explorar lo que sea que despierte nuestro interés. Para muchos, la cuarentena se ha vuelto aburrida, es obvio. Pero en lugar de prender la tele sin pensarlo, es importante tomar un momento de reflexión para reenfocarse en lo que realmente nos da energía a cada quien.
Hay varias estrategias para desencadenar la curiosidad, para sustituir el aburrimiento. La más básica es una a la que estamos muy familiarizados: objetivos de rendimiento. Establece un objetivo de aprendizaje diario. Puede estar relacionado con el trabajo o un proyecto del hogar. No importa lo que sea, no tienes que descubrir algo increíble. Pregúntate: ¿Qué quiero asegurarme de aprender hoy? ¿De qué tengo curiosidad?
Cualquier tema que te llame la atención podrás desarrollarlo. Quienes tienen hijos en casa, sólo observarlos y ver su acercamiento a las cosas puede ayudarte a tener el mismo con otras cosas. Hay que dejar de tratar de ser tan serios e inclinarnos a ser más juguetones y hacernos las preguntas que por lo general despachamos por ser “muy tontas”. Haz la prueba, pon tu primer objetivo de aprendizaje y pasarás el tiempo más entretenido y mejorarás los niveles generales de felicidad.
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