Roma, Italia, es conocida por su belleza, historia, arte, maravillosas esculturas y por supuesto porque ¡tiene mucha agua! Todos los días las fuentes de la hermosa ciudad se mantienen en movimiento, algo sorprendente para un turista de México, por ejemplo.
Cabe recalcar que no es cualquier agua, todas las fuentes, excepto algunas pocas como la Fontana di Trevi, tienen agua potable que incluso puedes utilizar para rellenar tu botella de plástico y refrescarte.
Es sorprendente cómo en diferentes partes del mundo se sufre demasiado por este líquido vital y en Roma es muy común ver bebederos con un gran chorro de agua día y noche en cualquier calle de la ciudad, pero ¿por qué la capital italiana tiene tanta agua?
¿Por qué Roma tiene tanta agua?
En México sabemos que el tema del agua es muy delicado, incluso contamos con una educación sobre el cuidado de este importante líquido. Numerosos países tienen la misma situación; sin embargo, pareciera que Roma está en un planeta distinto.
Su ubicación es privilegiada, empecemos con este dato. Está rodeada de ríos, mares y acueductos subterráneos de donde pueden tener acceso al agua fácilmente. Su cultura, incluso la antigua, valoraba mucho este recurso así que como lo preciado que es, lo cuidaron y aprovecharon su belleza y beneficios creando las hermosas fuentes.
Los antiguos romanos crearon una compleja red de acueductos para transportar agua desde las montañas hasta la ciudad, con el cuidado de todas las personas que vivían alrededor. Aseguraron entonces que Roma tuviera acceso constante a algua limpia y fresca.
Los acueductos son una obra de ingeniería impresionante que hasta hoy en día se conserva y vigila por todas las personas en la ciudad y lugares aledaños donde incluso pueden pasar en medio de casas. De igual manera los romanos cuidaron mucho la composición química del circuito para purificarla y garantizar que el agua fuera segura para el consumo humano.
Roma llegó a tener doce acueductos, el más antiguo era el Aqua Appia construido por Apio Claudio el Ciego en el año 312 a.C. con una longitud de 1,6 kilómetros.
Saliendo desde el Aeropuerto Internacional de la CDMX podemos llegar a Roma en tan solo nueve horas con Aeroméxico, para explorar sus calles, historia y por supuesto ver con tus propios ojos lo majestuoso que es darte cuenta de lo bien pensada que está la infraestructura de las fuentes que siempre tienen agua limpia y fresca.
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