Hay relojes que, igual de los diamantes, son piezas perfectas e inolvidables desde el primer momento en que las ves. Cartier es especialista en ese tipo de piezas, lo cual hace a la marca un clásico y la favorita de tantos.
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Con piesas simples y no tanto, Cartier ha mostrado que puede mantenerse a la vanguardia sin perder su esencia. Y eso es lo que amamos de su joyería. En este caso hablamos de sus relojes, específicamente el Panthère y Baignoire.
Este año, Panthère de Cartier se reinventó como un “manchette” (un brazalete), en su versión más osada. Y Baignoire, un clásico que tiene historia que se remonta a 1912, tiene nuevas encarnaciones que exploran texturas hipnotizantes y dimensiones alargadas.
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La historia del Baignoire inicia cuando Louis Cartier cuestiona la forma redonda tradicional de la relojería y decide alargarla. Dos líneas rectas paralelas cerradas por dos curvas: este es el resultado de su búsqueda, la silueta de una bañera. Y de ahí su nombre.
El Baignoire de hoy, fue renovado por el estudio de creación de Cartier. Su diseño no cambió, sólo evolucinó. Tiene una correa más estrecha, números romanos reinterpretados sobre un fondo arena plateada, fondo perfectamente integrado en el volumen de la caja, hermético hasta 30 metros y de conformidad con los criterios de calidad contemporáneos.
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Por otro lado, el Panthère es el reloj ochentero definitivo. El reloj Panthère de Cartier debe su atemporalidad a la precisión de sus proporciones. Más que un reloj, también es una joya. Simplificado, auténtico y sofisticado, combina lo mejor del diseño de Cartier.
Los pequeños tornillos marcan el bisel, mientras que los eslabones flexibles del brazalete se enrollan alrededor de la muñeca. La puedes hacer tan larga como quieras y hay mil combinaciones. La forma cuadrada suave, la legendaria corona de zafiro octogonal y los números romanos son otras características distintivas. Nada ha cambiado en sus líneas, diseño o brazalete.
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