Aunque de manera popular el amor siempre se piensa en canciones, escenas de películas o incluso pasajes de libros, siempre se ha romantizado la idea del amor en las obras de arte. El poder de ver una obra y encontrar catarsis en ella, de descubrir las pasiones más humanas y sentir todo lo que es posible sentir por una persona en un cuadro u objeto frente a nosotros.
Take me to an art museum kiss me by the paintings es una frase que seguramente has visto en muchas imágenes en internet, pero no es por nada. Observar una obra de arte que te hable de amor, pasión, dolor y más a veces es tan cercano a la experiencia real que no puedes olvidarla. Las siguientes obras son esas que hacen que los románticos divaguen en sus mentes, creen escenarios que aún no existen o miren hacia atrás, a un pasado que no regresará.
Felix Gonzalez-Torres – “Untitled” (Perfect Lovers) 1991
Dos relojes que van en sincronía, que muestran cómo el amor siempre puede compartir el mismo espacio, cómo las cosas son recurrentes entre ambos, pero también es una advertencia. De acuerdo al artista, eventualmente los relojes dejarán de ir en sincronía, y para él, eso fue uno de sus miedos más grandes.
Edvard Munch – El beso (1897)
El beso de Munch recorre dos líneas y escenarios posibles. En una podemos comprender la melancolía del azul, el beso romántico a espaldas de la ciudad, el sentimiento de intimidad que los amantes crean cuándo sus labios se unen. Por otro lado, está ese beso apasionado que los funde en un sólo ser. Observa los rostros y no parecen dos personas, sino un sólo ser que se unió a partir del lugar donde se encontrarían los rostros de ambos amantes.
Marina Abramović & Ulay – Lovers (1988)
Abramović y Ulay podrían ser la pareja perfecta. Dos artistas que compartían la misma visión, que se enamoraron perdidamente y que incluso compartían el mismo cumpleaños, el problema es que la vida real no es una novela y aunque hicieron muchas obras transgresoras y originales, su obra en conjunto más grande también supuso el fin de su amor.
Cada uno caminó desde un extremo de la muralla china hasta el medio, punto donde se encontraron y se dijeron adiós. Aunque no fue la última vez que se vieron, pensar en el proceso que los artistas tuvieron que pasar, caminar por todo China sólo para llegar al lugar donde se despedirían parece algo imposible de concebir.
Gustav Klimt – El beso (1907)
Una imagen dice más que mil palabras, y cuando estamos rodeados de imágenes día y noche, en todas nuestras pantallas, poco de eso es cierto, pero El beso de Klimt es una de las pocas que realmente hace honor a esa frase. El poder de esta pieza es tal que es imposible describir, como si alguien hubiera encontrado la manera perfecta de decirnos qué es el amor, pero en lugar de escribirlo, lo hubiera plasmado en esta obra donde el amor cae como el oro.
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