#DiscoDeLaSemana: La fragilidad de “Not Even Happiness” de Julie Byrne

Hay algo mágico en la música que hace Julie Byrne. Puede ser su atinada forma de acariciar el oído con sus anécdotas, su dulce manera de tocar la guitarra o su maestría para transportar a la mente del escucha a lugares remotos para apreciar todo lo que tiene para decir. O puede ser una combinación de todas aquellas cosas y, acaso, otras tantas más. Lo cierto es que Byrne es una de las compositoras más infravaloradas de los últimos años, algo que bien puede cambiar con tan solo escuchar una vez “Not Even Happiness”, su segundo disco.

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Basta con echar un vistazo rápido a la portada para poder crear una idea de lo que se encuentra dentro. En ella vemos a una Julie Byrne en blanco y negro evocando una paz que solo puede venir después de un momento de reflexión. Las canciones del disco no están lejos de todo aquello, pues son frágiles piezas que invitan precisamente a ello: a la empatía y la autorreflexión. Al dulce viaje de los recuerdos y la satisfacción de su retención.

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Las historias que Byrne tiene para contar aquí son muchas y de distinta índole. Desde un desgarrador relato de amor como “Sleepwalker” o una lindísima crónica matutina como “Morning Dove”, hasta un inolvidable paseo por la orilla del mar como “Sea As It Glides” o una declaración de amor a la música misma como “I Live Now As A Singer”. Todas ellas con una dulzura particular y una conexión directa con las emociones de quien las escucha.

Por eso es que todo lo que el título pudiera sugerir está incluido. La felicidad es intermitente y por cada una de sus apariciones hay una de nostalgia con la que se debe lidiar. Por cada sonrisa hay una memoria dolorosa y por cada regocijo un amargo recuerdo que abrazar. “Follow My Voice”, dice Byrne en la primera línea del disco y, una vez que la escuchamos, es imposible parar en el camino.

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Y en ese camino hay muchas cosas: desde el conjuro de otros cercanos como Sufjan Stevens o Julia Hotler hasta texturas como las de Alexander Payne. Pero sobretodo hay espacio a la reflexión y lugar para la catarsis. Las emociones son la fragilidad por excelencia de cualquier persona y este disco es el acompañante perfecto para recordarlo de vez en cuando.