Al viajar a países como Tailandia o Camboya, mucha gente se imagina atravesando la jungla sobre un elefante, pero lo que alguna vez fue una divertida actividad para muchos hoy está lejos de ser algo ético y responsable. Montar elefantes se ha convertido en todo un tema, un poco por la poca información que tienen los turistas al viajar y otro por el negocio que representa para muchas personas en los países que se visitan.
Tal vez hoy no es posible viajar, pero cuando todo esto pase, es importante entender cuáles son las costumbres y cuál es la situación del destino que visitas. Por ejemplo, en el sudoeste asiático puedes montar elefantes, pero es porque aún hay quienes lo permiten aunque la mayoría de la gente se oponga al sufrimiento de estos nobles animales.
Basta una pequeña investigación para entender que hay alternativas a montar elefantes, como visitar un santuario de elefantes. Estos lugares nacieron para ayudar a los animales que fueron maltratados toda su vida, que vivieron encadenados, que fueron obligados a cargar personas por largas jornadas o que fueron usados en circos para la diversión de la gente a costa de su salud física y mental.
En lugar de promover el maltrato animal, asistir a un santuario de elefantes es pagar por caminar junto a ellos, alimentarlos con frutas, bañarlos y sentir esa increíble conexión que los elefantes, uno de los animales más inteligentes del planeta, puede crear con los humanos.
Montar elefantes es permitir que una actividad retrógrada continúe en el siglo XXI, junto a ella, visitar sitios donde puedes tomarte fotos con tigres y otros animales que permanecen drogados para que no sean peligrosos representa una de las peores cosas que puedes promover como turista.
Si los animales no se encuentran en plena libertad no vale la pena pagar por interactuar con ellos, pues de otra manera no estarías conociéndolos en verdad, sólo estarías con sus fantasmas, traumas y su dolor; no apoyes esas prácticas y asegúrate de buscar causas éticas y justas que los ayuden.