¡Felicidades! Has sobrevivido el primer y más hambriento mes del año. Si eres una de las miles de personas que juró que este 2018 por fin conseguiría el cuerpo que siempre ha querido y empezó enero con una rigurosa dieta, bienvenido a nuestro club. Aunque no ha sido una tarea fácil y puede que hayamos tenido una que otra caída, nos enorgullece decir que oficialmente cumplimos un mes a dieta.
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A estas alturas, podemos decir que empezamos a sentir los resultados de nuestro esfuerzo, pues la ropa nos empieza a quedar mejor o un poco más grande y en las fotos nos notamos menos hinchados. Aunque aún nos queda un largo camino por recorrer, las etapas de este mes han sido realmente contrastantes.
Todo empezó fácil y con mucho entusiasmo. Nos sentíamos inspirados y cada vez que íbamos al gym sentíamos que estábamos más flacos (¿a quién no le ha pasado?). Resistirse a las delicias cotidianas era cosa fácil pues nuestra fuerza de voluntad estaba al 100% y los constantes reminders en Instagram nos mantuvieron al margen.
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La segunda semana empezó a ser un poco más complicado. El cansancio de ir casi diario al gimnasio y los antojos eran cada vez más seguidos. Por suerte, nuestra voluntad seguía bastante alta y fuimos capaces de superar CASI todas las pruebas que el destino nos puso. Decimos ‘casi’ porque los ‘gustos’ de fines de semana se dieron más fácilmente y decidimos pasar por alto las miles de calorías que tienen unos cuantos drinks o postres.
Todo cambió bastante a partir de la tercera semana. Nuestra desesperación por adelgazar y los antojos que diariamente nos atacaban fueron más difíciles de resistir que nunca. Mientras escribíamos de comida o asistíamos a probar nuevos restaurantes, el antojo se hacía más presente y la forma de caer fue mucho más rápida y sencilla. Las ganas de disfrutar un buen pan acompañado por una taza de café a media mañana o un chocolate después de comer eran pensamientos constantes, y la clásica batalla entre Netflix y el gym fue un gran dilema.
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Sin embargo, durante la cuarta semana todo empezó a tener sentido. Empezamos a ver los resultados y nos sentimos más livianos. Y aunque la desesperación por un postre o unas papitas preparadas era inexplicable, cada vez que alguien nos decía que nos veíamos mejor hacía que todo valiera la pena. Nuestra ropa empezó a quedar más floja y algunos jeans que ya no nos quedaban ahora por lo menos cerraban.
Aunque aún no hemos llegado a la meta, ver los resultados nos ha llenado de esperanza y ánimo. No sabemos qué nos deparará el futuro durante el segundo mes de este régimen, pero les aseguramos que estamos completamente listos. ¿Sigues con nosotros? ¡Escríbenos y cuéntanos cómo te fue!
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