Antes de la pandemia, Machu Picchu era un destino popular entre los viajeros, pero eran ellos quienes tenían mayor control sobre el lugar. La gente llegaba sin boletos a cualquier hora (muchas veces antes del amanecer, exigiendo entrar para tener una vista cinematográfica del lugar, eso sin saber que el mejor momento para ver Machu Picchu en todo su esplendor es durante la tarde cuando la neblina de la mañana se ha disipado) o reservaban de último momento. Además pasaban hasta cuatro horas recorriendo el destino sin percatarse que cada visitante representa una amenaza para el ecosistema y el sitio arqueológico.
Todo eso cambió cuando Machu Picchu (o Machupicchu) cerró sus puertas en 2020. La falta de visitantes hizo que el gobierno pusiera manos a la obra para planificar un cambio y es por eso que ahora la entrada de visitantes se ha limitado, incluso con un incremento a 3,500 personas por día, es mucho menos de lo que solía entrar. Se espera que con la construcción de nuevas rutas y un centro de visitas, se amplíe la experiencia a 6 mil personas por día, pero eso será después de una planificación rigurosa que tendrá que adherirse a la nueva política de carbono neutral que ha ganado el lugar.
El Santuario Histórico de Machupicchu se convirtió en la primera maravilla del mundo y el primer destino turístico a nivel internacional en obtener el certificado Carbono Neutral, posicionándose como un referente a nivel mundial en materia de sostenibilidad. La certificación fue otorgada por Green Initiative, una institución que busca promover un turismo verde y amigable con el medio ambiente. Con esta certificación, se busca reducir drásticamente las emisiones de dióxido de carbono de la ciudadela Inca con la intención de reducir el 45% de las emisiones de CO2 en el 2030 y de alcanzar la neutralidad en 2050.
Se han realizado muchas acciones para conseguir esa certificación, entre ellas destaca la instalación de la única planta de tratamiento de residuos orgánicos en Perú, que transforma la basura en carbón natural (bicarbón) y la planta de transformación de aceite que produce biodiesel y glicerina a partir de aceites vegetales desechados por los hogares y restaurantes de la zona. También comenzó un proceso de reforestación de un millón de árboles en la zona para combatir el cambio climático.
Llegar al sitio no es fácil. Desde Lima se debe tomar un avión de 1 hora 40 minutos a Cusco (algo que no se recomienda en una época donde se buscan mitigar las emisiones de carbono), mientras que en autobús el viaje dura entre 17 y 22 horas y después se debe hacer un viaje por tren de tres horas desdeOllantaytambo hacia Aguas Calientes. Otro de los métodos más famosos es un trekking que dura entre tres y cinco días, pero también se ha limitado el número de viajeros que pueden tomarlo a sólo 250 por día.
Las autoridades ahora recomiendan reservar y comprar boletos con meses de anticipación, pues a pesar de que era un destino muy amigable con los viajeros, las nuevas medidas para cuidar el sitio obligan a que los turistas pongan de su parte para mantener intacto el lugar y apoyar el turismo sostenible.