Alguna vez Daniel Radcliffe dijo algo que parece cierto: “cuando tienes 17 años y estás cerca de los 20, ese es el momento en el que estás descifrando quién eres. Si quieres causar un impacto artístico o creativo, esa es la edad perfecta para empezar a hacerlo”. Mucho se dice sobre la juventud y su inherente capacidad para gastar tiempo y energía como en ninguna otra edad pero, a la par de todo ello, también es el momento perfecto para forjarse como persona. Y, cuando se trata de alguien que ha estado entreteniendo desde la niñez, es el mejor momento para derrumbar por completo una carrera o, como Luis Miguel, hacerla crecer para no parar.
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En 1987 Luis Miguel tenía 17 años y “Soy Como Quiero Ser” vio la luz. Después de nueve discos que hablaban de todo menos de cómo ser un niño en la industria musical, ese era el momento perfecto para cambiar por completo. Y lo hizo no solamente con lo que uno escucha al reproducirlo, sino con todo lo que lo rodea. Desde cambiar de disquera (de EMI a la hoy Warner Music), hasta fichar a uno de los productores más ambiciosos de la música pop latinoamericana de entonces (Juan Carlos Calderón) y hacer colaboraciones con iconos de la época como Rocío Banquells y Laura Branigan. Si los 17 es la edad para cambiar, Luis Miguel no titubeó en decidirlo.
“Soy Como Quiero Ser” es un acto ambicioso de rebeldía desde el título que lo presenta. No una rebeldía a la James Dean, sino una meticulosa estrategia que rompía con todas las expectativas que el público enamorado del niño tenía de él. En este disco aparecen canciones que continúan siendo un éxito y que fijaron una ruta para lo que estaría por venir. “Ahora te puedes marchar” y “Cuando Calienta el Sol” son un par de canciones que están más cercanas al romanticismo neón de los Psychedelic Furs que a cualquier cosa que él haya hecho antes. El resto del disco, además, parece plantar los cimientos de mucho de lo que haría después. Aquí hay covers ajustados a su voz, una que estaba a punto de convertirse en el ícono que hizo de los noventa su era dorada. De la elegancia de Lamont Dozier al corazón de Eric Carmen y de la celebración de Dusty Springfield a la clase italiana de Pino Donaggio. Estos covers, que poca cosa le piden a las versiones originales, parecen ser elegidos a la perfección para presentar esas facetas del artista que se mostrarían con brío después en otros discos como “Aries” o “Romance”. Sin los villancicos y las canciones con mariachi, “Soy Como Quiero Ser” ofrece un nada despreciable espectro de todos los rostros de su creador.
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El disco termina con la reinterpretación de “Sunny”, uno de los éxitos –o quizá el más grande- de Bobby Hebb, un cantante de R&B afroamericano, un nicho musical al que los artistas pop latinoamericanos de la época poco volteaban a ver. La canción, una poderosa balada infalible, encuentra una voz suave que poco a
poco crece para convertirse en un monumental instrumento más de la canción. Termina, como el resto del disco lo anunciaba, con el inicio de la adultez de un Luis Miguel que empezaría a aprovechar la nueva valiosa etapa de su vida para convertirse en el gran sol que ahora es. Voltear a ver hacia atrás y escuchar este disco siempre va a ser emocionante.
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