Vivir en soledad y sus lecciones

La soledad es algo a lo que muchos le temen. Otros, es algo que buscan intencionalmente para encontrar respuestas como parte de su camino espiritual. Le tengamos miedo o no, algo es un hecho: la soledad nos puede enseñar muchísimas cosas. Y si tienes la oportunidad (de manera voluntaria o no) de pasar alguna temporada de tu vida solo, no dudes en tomarla.

En estos momentos, muchos de nosotros nos encontramos en una soledad forzada, tenemos una oportunidad sostenida para practicar estar a solas con nosotros mismos. Prueba del aprendizaje es Robert Kull, un canadiense que en 2001 pasó un año solo en una de las partes más remotas del mundo. Las lecciones que aprendió ahora pueden ayudarnos a vivir más sabiamente encerrados en casa.

Soledad profunda

“La profunda soledad”, sobre la que escribió Kull, “es extraña y poderosa y a menudo puede ser aterradora”. Existe un punto en el que sentimos que sin otras personas que nos ayuden a mantener la identidad, sentimos que lo que hacemos pierde el sentido. No ver personas por días, saber que no los veremos próximamente, sentirse verdaderamente aislado, es llegar a un punto de profunda soledad. Ahí estás.

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Un diario de soledad

¿Cómo evitas volverte loco? La escritura diaria. Con ella se siente como romper la soledad. La voz de la soledad debe, en cierto sentido, permanecer en silencio. Tan pronto como el solitario comienza a hablar, incluso si le escribe a un lector imaginario, ya no está realmente solo. Porque comienza a pensar sobre qué escribir, qué decir y cómo hacerlo. Ya entra otra persona en tu existencia, que aunque no la ves, está ahí y te leerá algún día. Es un tipo de “convivencia”.

La necesidad de comunidad

Sí, cuando aprendes a hacerlo, hay una gran belleza y alegría en el aislamiento, pero solo cuando sabes que se puede compartir con otros. Que es lo que pasa ahora, aunque estamos solos, podemos contactar a alguien más y nos alivia el alma. Pero si supiéramos que eramos el único ser humano sobreviviente en la tierra, sería una soledad intolerable sin sentido. Para Bob Kull, este invisible cordón umbilical lo unía irrevocablemente a una comunidad humana.

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