Los labios rojos son el básico de básico cuando queremos subirnos el autoestima, a todos nos queda bien y nos hace ver atractivos, atrevidos y sexys. Por otro lado, un lipstick rosa puede darte toda la ternura que imaginas para complementar el look, o un tono café te ayudará a darle misticismo y salir de noche. Nuestra apariencia, forma en la que nos perciben y hasta nivel de autoestima influye muchas veces por el labial que utilizamos pero, ¿cuál es su origen y cómo ha evolucionado hasta la barra que conocemos actualmente?
Historia del lipstick
En la prehistoria empezaron a pintarse los labios con frutos como moras, raíces, algas y jugos de plantas, pero el primer antecedente que se tiene registrado del lipstick como lo usamos ahora, es de la Reina Schubad de Ur quien usaba polvo de piedras preciosas para darle color y brillo a sus labios.
Años más tarde, los egipcios notaron que pintarse los labios era una práctica que muchas personas gozaban y seguían, además denotaba estatus social. El color rojo carmín extraído de la cochinilla era el favorito de Cleopatra, y por ende se convirtió en el preferido de muchas; decidieron ponerle un toque de brillo con escamas de pescado.
Poco a poco significó estatus social alto incluso sin limitaciones de género, aunque siempre las mujeres han sido las principales compradoras de este elemento. Sabina, la esposa de Nerón, tenía un trabajador que se encargaba exclusivamente de retocarle el maquillaje.
Pero ¿cuándo se convirtió en barra? fue hasta el siglo ocho cuando el cosmetólogo árabe-andaluz Abu al-Qasim al Zahrawi inventó el lipstick sólido con moldes especiales y olores deliciosos.
En China se hacía con base de cera de abejas, aceites esenciales y pigmento rojo extraído de plantas y sangre; mientras tanto, en Japón las geishas eras las mujeres que más utilizaban pintura roja en los labios para que contrastara con la blancura de su piel. Según la etapa de su entrenamiento podían aplicar pigmento en el labio superior o inferior.
Hasta la Edad Media el uso del lipstick no tenía restricción en la mayor parte de Europa. Lo usaba quien quería usarlo; sin embargo, la religión en Inglaterra empezó a asociarlo con el demonio por el intenso color rojo y trató de frenar su uso.
Pero entonces llegó la Reina Isabel I, una mujer con mucho estilo que se preocupaba demasiado por su apariencia física. Fue un icono de moda para la época y por supuesto no podía dejar de usar los labios rojos que contrastaban con su pálida piel.
Durante el Siglo XVIII se relacionó el uso del lipstick con las personas «de la vida alegre» en las esferas más bajas pero fue hasta 1884 que Guerlain produjo la primer barra para labios comercial elaborada a base de cebo de venado, aceite de castor y cera de abeja.
Las personalidades más importantes de la época comenzaron nuevamente a usarlo y ayudó a que su uso volviera a tomar fuerza.
En el año 1915 que se creó el tubo metálico para guardar la barra de color, entonces revolucionó aún más este producto. Su formulación estaba en constante actualización y su popularidad crecía de forma exponencial. Pero el lipstick escaseó por el conflicto de la Segunda Guerra Mundial ya que se utilizaba petróleo y aceite de castor en su fabricación que en esa época se aprovecharon para otras manufacturas; aunque, las mujeres que debieron hacerse cargo de las labores masculinas seguían pintándose los labios de rojo como una manera de reafirmar su feminidad.
Poco a poco volvió su manufactura y por supuesto, popularidad. Las fórmulas iban cambiando ofreciendo una paleta importante de tonalidades e ingredientes que no dañaban la delicada piel de los labios.
A partir de la segunda mitad del Siglo XX han habido numerosas actualizaciones por parte de las empresas de cosméticos, en la actualidad la tendencia se inclina más hacia el uso de ingredientes naturales y orgánicos como aceites y cera de abejas. ¿Será que estamos regresando a los inicios del lipstick?
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