Pocas son las personalidades en el mundo de la música que mantienen el ingenio y la imaginación al paso de los años. En una época de inmediatez y de experimentos fugaces, pareciera que el tiempo es uno de los enemigos más palpables de la música actual. Todos los días nace un proyecto nuevo y al mismo tiempo mueren otros tantos porque la carencia de imaginación, parece, es una carga que no deja de aumentar.
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Por suerte hay quien demuestra completamente lo contrario y Juana Molina es una de esas personas. Con más de cincuenta años de edad, la compositora argentina le ha dado vida a siete álbumes de estudio que no solamente se escuchan como universos enteramente diferentes unos de los otros, si no que la han mantenido en el imaginario colectivo como una de las mujeres más importantes de la música en Latinoamérica.
Sus experimentos no son tradicionales ni mucho menos familiares. Hoy en día escuchar canciones como “Sin dones” o “Cálculos y Oráculos” de “Halo”, su séptimo disco es prueba de ello. La música de Juana Molina ha crecido a la par de su creadora y aquí los años no son sinónimo de sequía creativa, sino de abundancia en curiosidad.
“Halo” es un animal un tanto complicado de domar, pero una vez que se logra se disfruta cada minuto. Se pueden encontrar canciones tan sencillas de seguir como “Cara de espejo” o “Cosoco”, pero al mismo tiempo otras que bien podrían formar parte del catálogo más reciente de Hyperdub como “A00 B01” o “In The Lassa”. Y también otras que hablan de su conocimiento sobre la canción en español como “Estalactitas” o “Los pies helados”. Después de más de veinte años de carrera Molina tiene todos los recursos para crear canciones y no teme en utilizarlos.
De ahí que también su narrativa sea poco convencional. Los temas en los que Molina abunda –que van del amor a la brujería- son tratados con especial atención. A veces pueden parecer solamente ecos de ultratumba y otras un grito de auxilio o una celebración. Como la actriz que alguna vez fue, los rostros de Molina son muchos y de tan diferentes formas que cada uno de ellos es algo valioso.
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En un futuro, cuando la música en Latinoamérica sea juzgada como se debe, Juana Molina tendría que aparecer en un apartado especial como un ente que siempre estuvo ahí, tal vez a la sombra de otros nombres con más reflectores. En ese futuro “Halo” se levantará como un disco fundamental para entender la relevancia de su creadora y, con suerte, hacerle justicia como merece. Nosotros esperamos con gusto.
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