¿Qué determina el éxito? El último episodio de Game of Thrones, The Iron Throne, tuvo una audiencia de 13.6 millones de espectadores, misma que llegó casi 20 millones durante el día si se cuentan las transmisiones tempranas y quienes lo repitieron después de que el episodio saliera al aíre. Se convirtió en el capítulo más visto, no en la historia del programa, sino en toda la historia de HBO. La serie llegó al punto más alto, pero es por eso que también tuvo la caída más espectacular.
Game of Thrones es la prueba de que a pesar de la producción, los efectos especiales, las grandes actuaciones y otros elementos de las más grandes series, al final lo que cuenta es una buena historia y que sobre todas las cosas, los espectadores no perdonan un mal final.
La serie empezó en 2011 y su primera temporada se basó en el libro del mismo nombre perteneciente a la saga A Song of Ice and Fire de George R. R. Martin que inició en 1996 a partir de ahí el show tomó un camino similar en las temporadas siguientes, pero con la saga incompleta, los productores se terminaron el material literario sin tener un final en puerta y sin poder esperar a que el autor terminara de escribir los libros, decidieron llegar a su propio final.
Las últimas temporadas de Game of Thrones fueron apresuradas por los creadores de la serie, quienes recortaron el número de episodios por temporada, creando inconsistencia en un programa en el que el realismo convivía con la fantasía y tras años de generar comunidad para una base de fans que siempre crecía, se convirtió en el enemigo número uno de la noche a la mañana.
Fue en esas temporadas donde los personajes tomaron decisiones que iban en contra de lo que ellos representaban y mientras el show estaba acostumbrado a destruir las expectativas y demostrar que las cosas podían cambiar en cualquier momento (logrando así diferenciarse del resto de los programas y dar paso a una nueva etapa en la historia de la televisión donde ningún protagonista está a salvo), estos cambios fueron recibidos como algo absurdo y sin sentido.
Se ha convertido en una frase cliché, pero Game of Thrones era más que un show, era una experiencia, y la traición de un final tan malo le hizo ganar un castigo especial a la serie: el olvido. Desde entonces, la legión de fans que repetían la serie mientras esperaban una nueva temporada, se alejaron del programa. Incluso durante la primera cuarentena, cuando la gente vio más televisión que nunca, la serie ya no fue vista como antes.
Game of Thrones no se quedó en el olvido, aún es considerada uno de los programas más importantes de la historia, pero ya no es defendida a capa y espada, ya no tiene una legión de seguidores defendiendo su paso lento, sus tomas largas, su falta de acción y exceso de sangre y sexo, se ha convertido en un recuerdo suprimido en el colectivo social. Con sus 10 años, tal vez podamos volver a ver Game of Thrones de nuevo, pero la herida sigue abierta.