Tenemos que aceptarlo, en ciertos temas somos más conservadores de lo que queremos aceptar. Uno de ellos es en la música, al ser el arte más accesible que tenemos (existen muchas formas de escuchar a nuestras bandas favoritas gratis), nos aferramos a ella una manera especial.
Por eso, cuando una banda decide hacer algo diferente, nos resistimos al cambio, pero es momento de abrazarlo, aceptar que los músicos son personas que también crecen y se transforman. Es momento de alejarnos de la idea de que Tame Impala es la banda más grande del rock y aceptar que se trata de una de las bandas pop más importantes de la historia.
Kevin Parker y compañía lanzaron The Slow Rush bajo la mirada de millones que esperaban algo nuevo desde hace 5 años, siguiendo el ecléctico Currents, esta disco transitó entre la psicodelia y se postró en la pista de baile, pero con la producción de Parker, el resultado no es fácil de clasificar.
Posthumous Forgiveness es una letanía a su fallecido padre donde los acordes –por menores que sean– nos guían en un íntimo momento, a diferencia de Lost in Yesterday, que se convierte en una bomba digna de una pista de música disco.
La capacidad de producción de Kevin Parker se nota en cada una de las canciones, donde deja de lado el rápido y a veces improvisado sentido del rock. Aquí podemos notar que cada segundo del disco fue digerido al máximo por un perfeccionista que no deja nada al azar.
Esta vena se puede notar a lo largo del disco. Is It True muestra la influencia de Daft Punk –a quienes samplean en Breathe Deeper y de quienes Parker dijo que es una de las colaboraciones que más quiere hacer en su vida– y nos obliga a mover el pie sin importar cuál sea la situación en la que nos encontremos, mientras que One More Hour demuestra que Tame Impala sigue ahí, que a pesar de ser headliners de Coachella, de producir a Lady Gaga y Kanye West, siguen siendo esa banda australiana que se ganó nuestros corazones gracias a su mágica psicodelia.
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