La vena psicodélica del rock regresó en el siglo XXI y Temples es una de las bandas que más ha llamado la atención del público que gusta ver sonidos y oler colores a través de la música que promete llevarnos a otro plano de la existencia.
Hot Motion es el tercer disco de estudio de la banda inglesa, y si eres un fan que ama sus primeros discos, este disco es justo para ti, pues en realidad poco ha cambiado. Guitarras y sintetizadores que generan atmósferas de ensueño por unos segundos, con letras sencillas que a veces parecen haber sido yuxtapuestas sólo para rellenar, este disco no trasciende a sus antecesores.
Temples nos muestra esa encrucijada en la que se encuentran muchas bandas. O transforman su sonido y evolucionan con el tiempo, pero son criticados por vendidos o por alejarse de lo que realmente hacen bien, o se estancan en lo mismo y sus nuevas canciones, aunque llegan bien a los oídos de sus más acérrimos fans, realmente no proponen nada diferente a lo que ya habían entregado.
El sonido de Hot Motion no sólo se siente igual que los anteriores discos, al mismo tiempo parece un pastiche de ideas que tomaron de otras bandas, pero donde unos ven homenaje, aquí parece apropiación. Parece que alguien tomó un poco de Tame Impala, The Black Keys, Muse y lo mezcló con la vibra setentera a la que tanto estamos acostumbrados.
Este revival de la psicodelia no es mala, pero en tiempos tan caóticos y acelerados, el sonido no puede ser monótono. Tal vez muchos creen que Tame Impala ya sólo es una banda pop, y pueden tener razón, pero mientras tanto, mucho de lo que fue esa banda continúa haciendo magia en Pond, y qué decir de King Gizzard & the Lizard Wizard, quienes en nueve años han publicado 16 discos de larga duración, uno siempre distinto al otro y que incluso han pasado de la psicodelia al trash metal sin pedir perdón ni permiso, Temples necesita evolucionar sin miedo al cambio.
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