Desde su inicio Vampire Weekend fue una banda poco convencional. A pesar de ser considerados una banda de rock, su sonido siempre se ha asociado más al alegre pop, sin embargo, la complejidad de la música y sobre todo de las letras los ha mantenido como una de las grandes bandas de la última década.
Tal vez no son los headliners de Coachella y para muchos son demasiado suaves, pero quienes han puesto atención, saben que los cuatro discos de Vampire Weekend son chispazos de genialidad, interrogantes y música sublime, y para mantener una constancia de calidad en esta época, es algo casi imposible.
Con Father of the Bride, su cuarto disco y el más reciente después de una pausa de casi seis años nos trae a banda que encontró una forma de reinventarse o por lo menos hacer algo diferente sin tener que lidiar con los problemas de transformarse por completo.
Sus dos primeros discos fueron una carta de presentación que los llevó a la fama mundial. Con sonidos africanos mezclados con rock y letras irónicas y referencias escondidas, la banda se ganó el corazón de la gente y también de la crítica, pero fue en el tercero, Modern Vampires of the City, que Ezra Koenig y compañía sorprendieron a todos con lo que muchos consideran uno de los mejores discos de la década.
Lleno de angustia y cuestiones existenciales, esta carta a la psique contemporánea fue el cierre de una trilogía perfecta en la que los jóvenes sacaban sus miedos, inseguridades y preguntas filosóficas en medio de canciones con gran producción.
Father of the Bride muestra a estos jóvenes a mediados de sus treintas, con parejas y lejos de casa (por lo menos a Erza Koeing, casado con la actriz Rashida Jones, padre de un hijo y viviendo en Los Angeles). Vampire Weekend cambió, por lo tanto su música tenía que hacerlo. Los sonidos son mucho más orgánicos, y aunque Vampire Weekend siempre será una banda de Nueva York, parece que estamos escuchando un disco creado en una pequeña cabaña en el bosque.
Las letras también son diferentes, irradian posibilidad, optimismo y felicidad. En una época marcada por grandes problemas sociales en Estados Unidos, la banda optó por ver el optimismo de la vida, la familia, las personas que importan. Rich Man habla de la suerte de ser feliz entre miles, My Mistake nos lleva al pasado, cuando un error cambia la vida, pero el optimismo continúa.
Incluso en las canciones de amor y duda, no podemos dejar de pensar que tal vez la vida simplemente es así y que seguir adelante es todo lo que podemos hacer. Tal vez el próximo disco de la banda regrese a su angustia existencial que sus fans aman, pero Vampire Weekend maduró frente a nuestros ojos, y al hacerlos nos dejó una lección: nosotros también podemos.
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