Una de las partes más emocionantes en las memorias de David Byrne es cuando ahonda sobre cómo la gira de “Speaking In Tongues” (su cuarto disco con los Talking Heads) tomó forma hasta convertirse en la puesta en escena que quedó reflejada para la posteridad en “Stop Making Sense”, el documental/concierto de Jonathan Demme que vio la luz en 1984.
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Leerlo hablar sobre la influencia de las artes escénicas asiáticas y los ritos africanos que lo llevaron a idear ese concierto es casi tan estimulante como ver la película. Casi tanto, también, como escuchar su primer disco en vivo con la banda por primera vez.
Antes del concepto que logró idear en aquella gira, los Talking Heads ya contaban con un registro de cómo se escuchaban arriba de un escenario. Ese disco se llamó, aptamente, “The Name Of This Band Is Talking Heads”, fue editado en 1982 por primera vez y cuenta la historia de cómo Byrne, Frantz y Weymouth trasladaron la energía de su disco icónico “Remain In Light” a un concierto que describe a la perfección todo aquello que habían grabado hasta el momento.
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Hay un par de cosas que hacen a este álbum algo importante. La más interesante probablemente sería su capacidad para introducir al grupo a oídos ajenos. Escucharlo sin saber nada de los Talking Heads y su legado es una de esas sensaciones que casi no suceden. Cuenta con clásicos instantáneos como “Psycho Killer” en distintas versiones o “Don’t Worry Abour The Government” que inmediatamente atrapan y el orden de sus canciones solo ayuda para que uno no pueda dejar de escuchar.
La otra es algo que aquellos fanáticos pueden notar mejor: la serie de buenas decisiones que el grupo toma arriba del escenario para potenciar un puñado de canciones que se sostienen por sí mismas. Desde cómo Byrne anuncia el nombre de los temas (siempre con humor y con misticismo a la vez), hasta cómo juegan con la velocidad e interpretación de las versiones originales. Más que un concierto, el disco parece una fiesta.
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Las canciones, a diferencia del documental, fueron grabadas en diferentes lugares, a diferentes horas y con diferentes moods. De pronto se puede escuchar a Byrne gritando con euforia y después los tambores de Frantz con una furia particular. El triunfo del disco, también, está en mostrar las diferentes caras del grupo, una decisión coherente en una banda cuyas canciones nunca han sonado exactamente igual.
Después de 37 años y con toda la historia sobre sus hombros, “The Name Of This Band Is Talking Heads” tiene más sentido que nunca. Los nostálgicos pueden correr a los brazos de “Stop Making Sense” y su impecable cinematografía, pero es en este disco en donde está el corazón del grupo, en donde se escuchan como un secreto y como la banda más grande del mundo al mismo tiempo.
El título nunca se sintió tan adecuado como ahora, es la mejor puerta de entrada a una de las historias más emocionantes de la música actual.
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