Cada quien está experimentando la cuarentena a su manera, pero a pesar de eso, no es difícil generalizar un sentimiento de malestar colectivo. Nuestra vida ha cambiado por completo y confinados a las paredes de nuestro hogar, también lo ha hecho nuestra percepción del tiempo.
¿No sientes que marzo fue hace una eternidad? Esos días en los que podías salir a la calle, ir a un bar donde no cabía una persona más o entrenar con decenas de personas en un gimnasio. Al mismo tiempo, ¿qué pasó con abril? parece que entre el día en que empezó y el día del niño pasó solamente una semana de por medio.
En cuarentena el tiempo se ha convertido en un factor clave, a pesar de que siempre creímos tenerlo en cuenta, parece que ahora es algo mucho más tangible. Tal vez ya dejamos atrás el conteo de los días en cuarentena, pero somos mucho más conscientes del aquí y el ahora.
El tiempo que hemos estado encerrados ha cambiado nuestros relojes internos. Sí, tenemos más de uno, así es como regulamos el sueño, hambre y más. Estos relojes internos conforman lo que conocemos como tiempo subjetivo y hacen que distintos sistemas de tiempo trabajen en conjunto para integrar información y coordinar nuestras acciones cotidianas.
La percepción subjetiva del tiempo tiene mucho que ver con la combinación de emoción y atención. Las emociones que sentimos afectan la atención que prestamos, y ahora que estamos encerrados y llenos de ansiedad, enojo e incertidumbre, no podemos relajarnos en nuestras rutinas cotidianas, mismas que nos daban un poco de claridad. Piensa que en este momento, la vida antes de marzo era lo que considerábamos que nos daba “paz mental” y ahora no la tenemos, por lo que ese flujo de atención dirigida y automática no existe.
Ahora vivimos con lo contrario al flujo. Hacemos tareas de manera obsesiva y repetitiva, pero también con un estado mental negativo. No implica que seamos pesimistas, sino que en este momento (una pandemia global que está generando problemas económicos que no podemos empezar a imaginar) es imposible tener un buen estado mental.
En ese estado nuestra percepción del tiempo parece mucho más lenta que de costumbre. Sentimos que hacemos demasiado, pero al mismo tiempo no hay cambios significativos en nuestra rutina y no vemos el fruto de lo que hacemos. Esto crea la paradoja que muchos podemos sentir, los días parecen terminar en un parpadeo, pero sentimos que la cuarentena no ha durado dos meses, sino toda una vida.
¿Qué sacar de todo esto? El doctor Adrian Bardon es un filósofo de la universidad Wake Forest y ha estudiado el concepto del tiempo desde hace mucho, él considera que si la situación continúa (que la cuarentena se alargue como hemos visto en otros países), lo mejor es distraer nuestra mente del encierro.
Él dice que si pasamos el día viendo tele, no la vamos a pasar bien, pero por otro lado, ha visto que ahora mucha gente está cocinando mucho más sano y de manera compleja, pasando horas del día en la cocina, en una actividad que los obliga a plantarse en el aquí y el ahora, y eso, para él, es una manera de combatir este malestar temporal.
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