Poco antes de que termine el año que será recordado como el que detuvo al mundo, transformó la economía llevándola al borde del colapso, algunas personas han intentando regresar a la normalidad, yo soy una de esas. Intenté viajar bajo esta nueva normalidad y mi experiencia fue una mezcla de sentimientos que aún continúo desentrañando.
Viajar es una de mis actividades favoritas, uno de esos escapes temporales de la rutina para descansar, divertirte, aprender, comer y conocer. Después de meses en casa y a medida que las restricciones se reajustaban, visitas a casa de un familiar o caminatas por calles prácticamente vacías, viajé a San Miguel de Allende, considerada una de las ciudades mejor preparadas para recibir visitas durante esta extraña época.
En teoría, San Miguel de Allende tiene distintos filtros sanitarios para evitar la llegada de visitantes con COVID-19 a la ciudad. Desde la carretera te toman la temperatura y si no tienes un código QR con tu reserva, no puedes pasar. Cada establecimiento repite la medida que se conoce en todos lados: tapetes para desinfectar calzado, toma de temperatura y gel antibacterial. Para finalizar, la ciudad es limpiada y desinfectada cada día, además de que el centro cuenta con filtros de sanitización y el uso del cubrebocas es obligatorio siempre que uno esté en la calle.
Todo esto es una verdad a medias. Mi llegada a San Miguel fue en miércoles, por lo que en el filtro de la carretera no me pidieron mi reservación, sólo me tomaron la temperatura y me dieron gel antibacterial, y aunque los filtros del centro están instalados, mucha de la gente camina con el cubrebocas mal puesto y al salir del primer cuadro del centro ya no es obligatorio llevarlo por lo que nadie lo hace.
San Miguel de Allende está llena de galerías, tiendas boutique y más. La realidad es que el sentimiento de moverme en espacios cerrados que son focos rojos de infección no salió de mi mente, por lo que voluntariamente evité estos sitios, aunque también noté que destinos como iglesias y museos permanecían cerrados. Si lo viajes culturales eran mis favoritos en el pasado, por ahora son algo que no pueden disfrutarse o incluso son imposibles de realizarse.
Eso da paso a algo que San Miguel de Allende tiene muy bien posicionado, sus terrazas. Aunque la excelente gastronomía apenas se está dando a conocer, los espacios abiertos de San Miguel ya son populares entre los viajeros. Lugares como BEKEB, Quince, Atrio y más, son destinos populares que por ahora suponen ese oasis en el que puedes respirar con facilidad, disfrutar de tragos, comida y música; y con un poco de suerte, olvidar que estamos en tiempos de contingencia.
Todos extrañamos viajar, pero hacerlo durante la pandemia puede ser tan estresante como permanecer en casa viendo la pared. El miedo de infectarte es muy real y la culpa que acompaña cada kilómetro recorrido es un recordatorio de la realidad que muchos están viviendo cuando uno está intentando huir de ella.
Viajar está abierto a las posibilidades y decisiones de cada uno, claro que en este momento se pide extrema precaución para resguardar la salud de las personas que nos reciben en los lugares que viajamos, así como para las que nos esperan en casa.
Tal vez las cosas cambien pronto, tal vez las restricciones aumenten o quizás una cura nos permita regresar a nuestros viajes usuales, pero mientras tanto, es importante saber que estos viajes no son normales y no lo van a ser por más que lo intentemos. Conoce más sobre los protocolos e implementaciones que San Miguel de Allende está haciendo en esta nueva realidad para cuidar a locales y visitantes.
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