Para muchos, tener el día repleto de actividades es una forma de estar bien, con esa sensación de que se hizo algo útil en la jornada. Sin embargo, la decepción puede venir a la hora de medir los resultados: después de esa larga lista de pendientes, las notas en la agenda y las altas expectativas, es probable que no estemos alcanzando ninguna meta, y surge ahí la culpa por no ser productivos.
Esta situación es un poco cercana al síndrome del impostor, en el cual no creemos que merezcamos el éxito obtenido, solo que en este estado, más bien se está trabajando mucho sin conseguir tanto como se esperaba. Si ya eres parte de esa tendencia o te acercas a serlo, puedes dejar de sentir culpa a través de estos consejos.
Ser realista con las metas
Carl Newport, autor de Slow Productivity refiere que, al iniciar nuestras actividades, por ejemplo en las primeras horas del día, nos planteamos muchas metas optimistas, pero si no las logramos, entonces llega la culpa por no ser productivos. Un consejo para revertirlo es analizar lo que se ha hecho en un tiempo similar y los obstáculos que se enfrentaron. Con esto en mente, entonces se entiende que estar ocupado no significa necesariamente ser productivo, y que el enfoque debe estar en alcanzar objetivos, no horas de actividad.
Por tanto, es importante entender que lograr algo puede tomarte tiempo, y debes estar consciente de que en ese camino habrá algunas piedritas para alcanzarlo, por lo que será mejor medir el progreso por acciones y no por horas.
Dejar de castigarte por descansar
Psicólogos refieren que nos gusta mostrarnos ocupados como una respuesta a las exigencias sociales que castigan la inactividad. Sí, descansar es mal visto, así que nos saturamos de tareas para demostrar que valemos y que no somos personas flojas. Aquí el consejo sería aprender varios puntos: primero, la productividad no determina el valor de una persona; luego, descansar está bien, sobre todo para desconectar de las labores como la oficina y centrarnos en nuestro bienestar, y por último, todas esas ideas en realidad son construcciones sociales aprendidas que en la misma medida podemos olvidar.
Hacer menos
¿Y si hacemos menos cosas, y las pocas que hacemos, se realizan bien? Esta puede ser la solución para dejar de sentir culpa por no ser productivos. Imagina, tu estado mental cambiará al ver que hiciste poco, pero que aquello que realizaste se concretó de manera exitosa. Para esto, pregúntate qué es lo urgente y qué lo que puede esperar; qué debes hacer hoy y qué puede irse a otro día. Y definitivamente saber qué cosa debes dejar de hacer para siempre.
Optimizar actividades
Pongamos un ejemplo de oficina: contestar mails, estar en juntas o revisar pendientes son labores semi productivas, porque en realidad no llevan a una meta específica, pero nos gusta pensar que al hacerlas, estamos logrando mucho (aunque no sea así). Por tanto, hay que reducir estas actividades poco útiles de todas nuestras esferas de la vida: en la oficina hay que lograr un método eficiente que reduzca las juntas, o en la casa podemos apoyarnos de herramientas, como hacer el súper en línea, si realmente nuestro objetivo no tiene nada que ver con rellenar la alacena.
Definir qué es productividad
La psicóloga Fabiola Cuevas, autora de Lo primero que necesitas saber de la ansiedad pone este consejo como algo importante: definir qué es la productividad para cada persona. Dado que esto puede cambiar de mente en mente, los resultados pueden ser diferentes, pero al compararnos, es cuando surge la culpa. No solo aquello que genera dinero o algo medible es digno de llamarse productividad, así que empieza por ahí. Quizá para ti, este concepto sea jugar con tu mascota, y al cumplirlo ya fuiste productivo. Lo importante, dice Cuevas, es que esa idea realmente se adecúe a tu mundo de valores.
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