Parece una locura la cantidad de tiempo que Chayanne lleva presente en el pop latinoamericano. Con 50 años de edad, más de 15 discos editados como solista y un puñado de canciones que se han quedado en el subconsciente colectivo a través del tiempo, su carrera es una de las más estables que se pueden encontrar en una industria tan voluble como el mainstream en español. Mientras algunos nombres aparecen y desaparecen como en una pasarela fugaz, Chayanne permanece como una figura constante que parece no querer ocultarse.
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Y aunque su fama es innegable, la cantidad de éxitos que lo han convertido en la estrella que es hoy no es demasiada. Comparado con puertorriqueños de la época como Ricky Martin, los hits de Chayanne son mesurados y siempre bien pensados para la gloria. Sus discos, por otro lado, son poco explorados y generalmente hogar de un par de canciones memorables. “Atado a tu amor”, el octavo en su carrera, demuestra todo lo contrario y se convierte en el que, tal vez, podría ser el mejor que ha dado hasta la fecha.
El disco presume de estar en la lista de “Los 100 discos que debes tener antes del fin del mundo” y al escucharlo es fácil entender por qué. Aquí hay canciones que todavía permanecen vigentes en la memoria de una generación que se niega a olvidar: la siempre efectiva “Dejaría Todo” y la alucinante “Salomé”, por ejemplo. Pero también hay otras que lo encuentran en su momento más divertido y caluroso. “Mira Ven Ven” es un carnaval, “Nadie Como Tú” una celebración y “Vaya Escandalera” una fiesta que fundamenta perfectamente el secreto detrás de la vida de Chayanne en la música: la habilidad para crear himnos dedicados al baile que contrastan con desgarradoras baladas para llorar.
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Esa dualidad hace del disco un punto de partida para el resto de la discografía de su creador. Incluso sus covers tropicalizados -a la Luis Miguel- de Albert Hammond y Carlinhos Brown son efectivas demostraciones de talento. “Atado a tu amor” es el epítome del sonido pop de una generación y la esencia de un estilo de hacer y escuchar música que cada vez se aleja más en la memoria.
Escucharlo hoy, a veinte años de haber salido, es regresar a tiempos que parecen resistirse a ser olvidados. Desempolvarlo es entender el fanatismo de una madre o una tía por un Chayanne lleno de vitalidad. Parece una locura la cantidad de tiempo que lleva activo, pero una vuelta a este disco es suficiente para entender por qué todavía permanece aquí.