Sabemos que la cerveza no es exactamente libre de calorías. Muchos decimos que el sobrepeso es por culpa de la cerveza e inclusive suena por todos lados el mito de tener “pancita” por tomarla constantemente.
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De acuerdo a los expertos, la cerveza no contribuye a tener una ingesta calórica mayor a cualquier otro alimento o bebida para crear dicha parte en tu cuerpo. Si bebes cerveza con moderación junto con una dieta saludable y equilibrada, unas cuantas bebidas de cebada no te van a inflamar el estómago.
Sin embargo, si estás en el rubro de ser amante de la cerveza, no comes muy bien y el ejercicio no es exactamente tu amigo, entonces las cervezas podrían ser las culpable de que la báscula muestre esos “kilitos” de más. Otra cosa a tener en cuenta es un concepto que se aplica a cualquier alimento o bebida y se trata del equilibrio. No tienes que decidir entre tus cervezas y los objetivos de tu cuerpo. Es por eso que hay un movimiento completo que combina el consumo de cerveza y el estado físico.
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Bajo una creciente presión por la transparencia, el Beer Institute (un grupo comercial que representa a Anheuser-Busch, MillerCoors, Heineken USA y Constellation Brands) dio a conocer una iniciativa de divulgación voluntaria en julio de 2016. Las cervecerías representadas por el grupo (que producen alrededor del 80 por ciento de la cerveza vendida en los Estados Unidos) se han comprometido a incluir información nutricional en sus botellas para 2020.
Las lagers, pilsners y a veces las cervezas ámbar suenan en el nivel más bajo, con 100 a 150 calorías por porción de 355 ml. Esas cervezas pálidas de la India que son tan populares tienen de 200 a 400 calorías en el mismo tamaño. Algo así como una cerveza de barril puede dar un golpe real. La cerveza de 120 ml de cerveza de barril puede contener 500 calorías.
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El grueso los elementos que componen la cerveza proviene de la malta, típicamente hecha de cebada o trigo. La malta comienza como un almidón y durante la elaboración de la cerveza sus enzimas naturales convierten el almidón en azúcares. La levadura agregada luego convierte la mayoría de los azúcares en dióxido de carbono y alcohol.
Sin embargo, los cerveceros usan varias recetas para diferentes estilos, con diferentes maltas y levaduras que dan como resultado niveles variables de alcohol y azúcares restantes. ¡Ahí está el problema!
¿Y el truco?
No te preocupes por los números, cantidades y maltas, la clave está en que hagas elecciones y consumos conscientes de este producto que es uno de los favoritos en nuestro país, siempre y cuando mantengas ese equilibrio saludable bebiendo conscientemente.
En realidad son dos trucos. El primero es ser consciente con el consumo de cerveza que tienes. El segundo es que no bebas con el estómago vacío, porque provocará que tu cuerpo absorba todo lo que recibe sin distinguir sin son grasas, azúcares, alcoholes o maltas.
De acuerdo con la Clínica Mayo, beber sin comer puede provocar que tus riñones dejen de liberar al flujo sanguíneo la glucosa que está almacenada. Esto te obligará a buscar comida chatarra y –entonces sí– ganarte esa conocida esa “pancita” por culpa de la cerveza.
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