El año era 2003, la música en México continuaba sintiendo los estragos de una política de censura que duró décadas, por lo que el “nuevo rock” ya era cosa del pasado. Caifanes, Café Tacvba, Molotov e incluso Panteón Rococó se habían consagrado, pero más allá de una escena en México, había grandes estrellas y el resto de las bandas.
Bajo este ambiente llegó Zoé, quienes dos años antes habían logrado algo muy difícil, publicar un disco en México y ganar un séquito de seguidores, pero que en 2003, con Rocanlover, hicieron lo imposible, convertirse en una promesa para la música de México y todo Latinoamérica.
Rocanlover no es muy diferente a su predecesor, Zoé, pero fue el disco que realmente los hizo darse a notar. Una de las bandas que tocaba constantemente en el foro y bar Bulldog, tras la publicación del disco se convirtieron en la estrella del lugar y tenían las mejores noches para tocar.
El indie estaba de moda y la banda, aunque tenía un contrato con Sony, ejemplificaba el movimiento. No era rock, pero no era pop, el sonido psicodélico y las letras sobre el espacio, la eternidad y el amor hicieron que la banda tuviera una aceptación mucho más grande que la de otras bandas que sí se centraban en un género y parecían inamovibles.
Todo esto fue antes de que León Larregui se convirtiera en la figura pública que hoy es tan controversial, antes de que la banda explotara su creatividad al máximo y buscara siempre hacer algo “nuevo” o “distinto”. Esta es la época en la que Love, Peace & Love, Fotosíntesis y más eran algo nuevo.
Hoy son clásicos de la música mexicana y el recuerdo de una época muy distinta a la que vivimos hoy. Hoy hay más bandas de las que podemos contar y menos foros dónde escucharlas, hoy la música se democratizó, pero eso también ha callado muy buenas propuestas y hoy, para bien o para mal, Zoé es sinónimo de “música hecha en México”, este disco es el registro de qué tan alto podían volar.