Reserva Santa Fe: el secreto mejor guardado de quienes viven en el bosque

A 15 minutos de Santa Fe, se encuentra un lugar de lujo y wellness escondido en el bosque… y la mejor parte es que puedes vivir ahí.

Esto es todo lo que debes saber del lugar que no saldrá de tu radar: tu dream home que probablemente no sabías que existía. (Y si eres el más outdoorsy, esto no es hipótesis, es un hecho).

“No le temas a la naturaleza” me explica la mente creativa que desde hace 29 años empezó con un proyecto —o más bien un estilo de vida— para ser un bicho más del bosque… uno parecido al símbolo de Reserva Santa Fe: un escarabajo (que no es mera coincidencia) ¿Sabías que 1 de cada 4 insectos es un escarabajo? ¿O que hay más especies de escarabajos (1 millón) que aves (11 000)? ¿Y que el escarabajo Hércules es el animal más fuerte de la tierra, que puede llegar a levantar hasta 850 veces su peso? 

Todos estos datos —cortesía de Reserva— no son solo fun facts para entretenerte, estos insectos pueden vivir en cualquier ecosistema y adaptarse a todo: ese es el mensaje de Reserva Santa Fe, un lugar donde el humano se adapta y coexiste en perfecto equilibrio con la naturaleza.

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Sí, literalmente, vives (en) el bosque

¿Cómo empezó todo? Hace más de dos décadas, con el sueño de encontrar “el” lugar, en una escapada al Bosque del Corredor Otomí Mexica (cerca de la Marquesa), apareció un santuario, el mismo donde alguna vez se presentó la Vírgen de los Remedios… un espacio de peregrinación sagrado para los otomíes y mazahuas.

No, no era cualquier bosque deshabitado; por lo que, el desentierro de ofrendas, un acuerdo con puño y letra y una promesa de compañerismo eterno con las comunidades locales fueron necesarios para hacer tangible la visión de wellness y sostenibilidad, donde el mayor lujo es vivir en armonía con la naturaleza. La propuesta es “integrarse al ecosistema, convirtiendo a sus habitantes en agentes de conservación y enriquecimiento de la naturaleza, al tiempo que se apalancan en ella para vivir plenamente”.

Reserva Santa Fe se encuentra dentro de un bosque de 197 hectáreas de las cuales 110 hectáreas son bosque. Protegido entre los oyameles, —contrario a lo que piensas— no es un parque, es un ecosistema diseñado para no quedar aislado. Desde su rejas de alta seguridad que permiten pasar a los polinizadores hasta los pequeños mamíferos… se apuesta todo por la naturaleza, que es la más grande amenity

Y créeme, no es sólo la vista de tu jardín trasero, está para disfrutarse. ¿Te imaginas hacer un hike como el pan de cada día, pasando por lo que solía ser el segundo puente más grande del mundo después del de Vancouver?  

Telarañas gigantes para acostarte entre árboles, kayak, pista de bici, juegos de tiroleza… ya descubrirás todo lo que hay para hacer —por qué no— un martes por la tarde.

Por qué este proyecto es un referente global

Como un referente a nivel global, Reserva Santa Fe es “Comunidad Emergente” (International Living Future Institute), el reconocimiento a los estándares más estrictos para el cuidado ambiental, social y cultural de la región.

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Como podrás sospechar, si no es un material amigable con el ambiente, aquí no existe. Pero no sólo se trata de habitar diseños que se integren al paisaje con materiales responsables y que dependan de energía solar, o crear suministros de agua independientes, o crecer alimentos con agua fluvial… todo ha venido acompañado de un proyecto de restauración. 

Reserva Santa Fe ha reforestado el área de 54000 a 98000 árboles; con una presa artificial los patos y otras especies de aves regresaron, y —por su fuera poco— el lince volvió a pisar este territorio como el rey de una cadena alimenticia completa… sí, a veces, el humano puede hacer que la naturaleza sane.

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Bosque comestible

Para todo esto, se necesita de un equipo de biólogos que los siete días a la semana mantienen una bitácora de todas las áreas. Y, uno de los proyectos que más emocionan, es el invernadero y huerto para la agricultura urbana, permitiendo que la comunidad pueda consumir local y orgánico.

Espinaca, rábanos, azelga, lechuga, wanzontle, brocoli, kale… me había olvidado de los colores reales de las verduras hasta este invernadero sin PBC que, en un futuro, será otro espacio para que las comunidades de alrededor vengan a sembrar y así se apoye la economía local. Igualmente, Reserva Santa Fe trabaja de la mano con ganaderos locales. Y es que no solo es “comunidad” entre vecinos, también con comunidades de los alrededores.

Desde un recetario de 260 hongos, hasta los básicos de un botiquín verde, con el el proyecto de Bosque comestible, se planea producir al menos el 60% de la dieta de los habitantes de este complejo. Además de reducir la huella de carbono de producir y transportar ciertos alimentos. Este es uno de los esquemas de capacitación para que las personas repliquen en sus casas y lotes (sacarás la señora de las plantas que traes adentro). Proyectos como este y su futuro plan de apicultura hacen irresistible la idea de vivir en el bosque a 15 minutos de la ciudad.

Para acercarnos un poco más a este movimiento culinario de cocina consciente, donde también se aprovecha todo (desde el agua hasta la hierba) para un estilo de vida regenerativo, aportando a la naturaleza más de lo que brinda —y, por si fuera poco, bueno para la salud— degustamos los platillos del chef Xchel González (restaurante Nuni). El ganador del San Pellegrino Award For Social Resposibility creó un menú especial elaborado con ingredientes del huerto.

Para quienes forman parte de la comunidad de Reserva Santa Fe; desde retiros de yoga, run and eat (en trails que son la gozada de cualquier runner), eventos gastronómicos y celebraciones especiales… este lugar ya abre sus puertas como una invitación a escapar al bosque, y, sobre todo, hacer que la rutina se pueda volver un lugar fantástico.