Hace 20 años Radiohead lanzó su anticipado cuarto disco de estudio, Kid A, una obra maestra que transformó la música de manera inesperada, pero elevar un disco en el mundo del rock y considerarlo uno de los mejores de la historia cuando la banda se alejó por completo de la esencia del rock para crearlo, supone un poco de trabajo.
Para entender Kid A hay que recordar que OK Computer fue un disco que definió los noventa y demostró que Radiohead era, tal vez no la mejor banda, pero sí la más original. Nadie sonaba como ellos y ese disco los llevó a ser the next big thing. Tras años de gira como una de las bandas de rock más cotizadas, los jóvenes de Oxford, en especial Thom Yorke, estaban hartos de la fama, la presión y la industria.
Para su cuarto disco hicieron lo que hacen las grandes bandas inglesas, darle la espalda al sonido que los hizo grandes y reinventarse, pero a diferencia de The Beatles o The Rolling Stones, ellos no se deconstruyeron para alzarse como algo nuevo, ellos implotaron y aprovecharon el cambio de sonido, de lo análogo a lo digital, sumando un poco de los sonidos más “artísticos” del rock para complementarse.
Kid A es un revoltijo auditivo que necesita escucharse con atención y más de una vez para comenzar a asentarse en la mente, incluso 20 años después, si no estás acostumbrado a la música de Radiohead, puede ser difícil aceptar lo que sucede. La base es el sintetizador, pero los ritmos de jazz, la música avant-garde, la abstracción y el math rock son parte esencial del disco.
Las canciones son paisajes acústicos que nunca habíamos intentando imaginar. Si Ok Computer nos llevó por el mundo de la vigilancia estatal y nos presentó un futuro distópico, aquí el ser humano pasa a segundo plano y nos sentimos en un mundo de ciencia ficción.
Las dos primeras canciones nos sumergen en la atmósfera, y cuando The National Anthem comienza, con un bajo seguido de una batería que nos hace pensar que tal vez sólo el inicio era caótico, la canción se desenvuelve en una expresión maximalista de lo que era la música en el año 2000. Los sintetizadores le dan un aura fantasmagórica, mientras que los saxofones la hacen parecer una improvisación de garage, sin embargo, en medio del caos hay orden y hoy es una de las mejores canciones del siglo XX.
Así sucede Kid A, sin orden aparente, como si no estuviera sucediendo, pero mientras el tiempo transcurre y uno se adentra más en un universo que no sabía que existía, se convierte en una totalidad, ese aleph que te muestra la totalidad desde un sólo punto y que al transcurrir sus 47 minutos, te devuelve a la realidad, listo para entrar de nuevo.
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