Hay cierta magia en la música de Jessica Pratt. Puede ser su capacidad para crear canciones con tan solo acariciar la guitarra, o su talento para complementarlas con otros delicados instrumentos y nunca hacerlas sentir invasivas. Puede ser, también, su voz, una que se aleja de los colores regulares para insertarse en un terreno de extraño timbre, al lado de otras como las de Joanna Newsom o Julie Byrne. O puede ser todo lo anterior, más una linda forma de contar historias.
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“Quiet Songs” es su tercer disco y el primero que graba en un estudio profesional. Después de un par de experimentos caseros tan frágiles que daban la impresión de quebrarse, su decisión se antojaba, por lo menos, contrastante. Pero fue todo lo contrario. La inversión funcionó para hacer todo lo que su música necesitaba para brillar: acentuar su dulzura.
Basta escuchar el piano que abre “Opening Night” –la primera canción- para darse cuenta del acierto. A partir de entonces su eterna guitarra toma protagonismo para no dejar de sonar hasta las últimas notas de “Aeroplane”, una canción con un eco constante que nos recuerda que la intimidad es una de las grandes bellezas del ser humano. El disco se siente como un vistazo a la de Jessica Pratt: delicado, paciente y nunca carente de imaginación.
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Su creatividad no solo se puede notar en su cuidada producción, sino en el acomodo de los instrumentos que la acompañan. En “Fare Thee Well” aparece una flauta que parece desvanecerse en el tiempo, mientras que un tímido piano hace lo propio en “Silent Song” y un órgano en “Poly Blue” se deja escuchar de manera intermitente. Puede parecer que es ella sola y su guitarra, pero cada canción levanta un velo nuevo de sorpresa.
Lo hace también con los versos que recita. Cuando en “This Time Around” –probablemente la mejor canción de todo el disco- se escucha un agónico “It makes me want to cry” todo se convierte en una especie de charla nocturna, un momento de cercanía que inmediatamente hace revalorar el resto de las canciones como lo que son: viñetas de una mente sin temor a la desnudez. Hacía falta un disco que arrancara suspiros sinceros en 2019 y lo acabamos de encontrar.