Se ha dicho que con la llegada de la vacuna contra el COVID-19, se ve una luz al final del túnel, pero la realidad es que esa luz parece estar más lejos de lo que pensamos. Cada vez que damos un paso adelante para salir de la crisis, nuevos problemas surgen que nos hacen movernos con más precaución de la que pensamos necesitar.
Tal es el caso de la industria del turismo y los viajes en general, pues con nuevas restricciones en cada país, vacunas que llegan a sólo unos y no a otros, el proceso para abrir fronteras y dejar que la gente regrese a la normalidad parece ser más difícil de lo que pensaban o pensábamos.
Hoy existen una gran variedad de empresas y organizaciones trabajando en un “pasaporte COVID”, una prueba digital, y posiblemente también física, que acredite que el viajero ha sido vacunado y no presenta una amenaza para la población que visita. Sin embargo, así como no sólo hay una vacuna, tampoco hay un pasaporte, y esto puede suponer un problema en el futuro.
Si cada país o bloque económico decide implementar un pasaporte, pero otros países utilizan otro, puede que el fin se cumpla y mucha gente con patógenos transmitibles continúen infectando a otras personas. También se corre el riesgo de liberar estos pasaportes cuando aún no se sabe si las vacunas evitan la transmisión de la enfermedad o protegen contras las nuevas variaciones que han surgido alrededor del mundo.
CommonPass es un ejemplo. Se trata de una plataforma respaldada por el Foro Económico Mundial donde aerolíneas como Lufthansa, Swiss International Airlines, Virgin Atlantic y más están usando una credencial basada en códigos QR llamada AOK Pass entre distintas rutas.
También existe Clear, una plataforma de inspección previa al vuelo con sede en Estados Unidos que ha introducido Health Pass, su propia versión del pasaporte COVID basada en datos biométricos del pasajero.
Para viajar en avión en el territorio mexicano es necesario llenar un cuestionario y mostrar el código QR antes de llegar a las salas de abordaje, pero los expertos han dicho que esto sucede mientras la pandemia tiene a casi todos en casa, cuando los viajes se reanuden como antes, este modelo es insostenible y los pasaportes serán necesarios para garantizar la salud de todos.
Otro problema es la digitalización de los pasaportes, aunque hay iniciativas que buscan entregar un código QR físico a las personas después de vacunarse, si se implementan medidas digitales se debe tener en cuenta que cerca de la mitad de la población mundial no cuenta con un smartphone.
Muchos de las objeciones contra estos pasaportes es la manera en que los datos serán resguardados y claro, la desigualdad que algo como esto puede provocar. Ya se está viendo con las vacunas, hay países que las obtienen antes que otros y después pueden ser los mismos países que abran sus fronteras y deseen ir a destinos donde se saben inmunes, pero donde la gente aún está esperando su turno para ser vacunada.
Por eso los pasaportes COVID deben ser creados bajo la mayor cooperación internacional, siguiendo las bases de Derechos Humanos y comprometerse con la privacidad individual. Por ahora, suena a un caso utópico y lejano, pero así como no esperábamos una pandemia, este pasaporte COVID se puede convertir en una realidad.
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