Por Mariana Rubio
Localizada una de las ciudades no solo más seguras, sino que también más bellas de México; Mérida, la hacienda San Antonio Cucul con sus casi 400 años de historia, reúne lo mejor de los dos mundos, ya que es un verdadero oasis de paz, tranquilidad, arquitectura colonial, belleza y naturaleza, pero con la ventaja de que se encuentra enclavada en el corazón de la zona más exclusiva del norte de Mérida.
La hacienda que data de 1626, con sus colores característicos, el blanco y el rojo, ha sobrevivido a varias remodelaciones, y aunque en su momento todas fueron muy exitosas, sin duda esta última ha sido la más dramática, y también provechosa, ya que le regresó todo el esplendor que caracterizaba a las espectaculares haciendas de Yucatán, durante la época del oro verde, nombre con el que se le conocía coloquialmente al henequén.
Durante la época de la colonia, Yucatán era uno de los estados no solo más ricos del país, sino de mayor tradición, y las haciendas henequeneras contribuían a esto. Con arquitectura colonial de principios de 1600, la hacienda San Antonio Cucul, fue durante décadas, sinónimo de belleza, sobretodo un claro ejemplo del estilo arquitectónico de la época. Con el paso del tiempo, y de factores sobrenaturales como los potentes huracanes que han afectado a la península en el pasado, la hacienda sufrió algunos golpes, pero por iniciativa de sus propietarios, ésta fue rescatada, de manos del arquitecto Salvador Reyes, quien ha restaurado más de un par de haciendas yucatecas anteriormente, y le regresó todo su esplendor, belleza y brillo, por el cual se caracterizó durante muchos años.
Al llegar nos recibe un arco de unos seis metros de alto, que es solo un preámbulo de lo que nos espera al interior de la propiedad. Una vez adentro, la vista es espectacular, sus jardines verdes contrastan con las calles color claro, mismas que nos llevan hacia la casa principal, la que fuera de los hacendados, durante la época de la colonia.
La hacienda sirvió de casa habitación para la familia de los hacendados, y en ella se encuentran las tumbas de arzobispos yucatecos. La casa principal recibe a quien la visita con sus interminables arcos, mismos que contrastan con el color azul del fondo, y que nos invitan a pasar. Los techos son originales, y solo se restauraron, y están conformados por gruesas vigas que lo sostienen, y le dan un aire muy típico. El piso también es original, la piedra rústica pero muy lisa, concede ese toque acogedor y único. Sus techos son altos, elemento característico de la época de la colonia, ya que debido a las altas temperaturas, dichos techos y paredes gruesas, ayudaban a conservar el ambiente un poco más fresco. Sus ventanas de madera cuentan con los barrotes originales, que protegían la casona, sin sacrificar la ventilación. Al atravesar la casa, la vista es hacia lo que solía ser el corral principal de las vacas, que hoy en día es un enorme jardín, con una alberca y carril de nado, espacio ideal para pasar un día completo bajo el sol o la sombra.
Su capilla también tiene mucha historia, habiendo sido la iglesia del pueblo durante la época de la colonia, ésta tiene una ventana trasera, para que los empleados de los hacendados también pudieran escuchar la Santa Misa. Sus terrazas bajo la sombra de los árboles, hoy en día son espacios de recreación, ideales para hacer un asado o pasar una tarde con los amigos. La noria, cuenta con el tanque de agua original, que aunque por razones de comodidad fue convertido en una alberca con jacuzzi, durante la época de la colonia servía de tanque para abastecer los acueductos que regaban las tierras. Estos últimos también se puede apreciar con sus piletas de agua que recorrían toda la propiedad, fueron rescatados y restaurados, y hoy en día también se pueden ver en parte de la hacienda.
También está el calabozo, el cual se conserva hasta la fecha, y que servía de carcel para los infractores a la ley durante la colonia, que con su altura de 1.30m aprox. sin duda era un castigo para quien fuera remitido, ya que nisiquiera se puede mantener de pie una persona promedio, y aún hoy en día se pueden ver las cadenas originales con las cuales amarraban al infractor.
Sin duda es una joya que nos regresa en el tiempo, y que nos permite apreciar lo mejor del pasado, con las comodidades del presente, en un ambiente de armonía y de tranquilidad. Así que quienes quieran vivir en el paraíso…ya no busquen más.
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