En el corazón de la Condesa, una joya culinaria se despliega con autenticidad y sofisticación: Ostrería 109. Dirigido por el talentoso chef Raúl Valencia, este espacio es un canto a los sabores y texturas de los mares mexicanos, un exquisito viaje a través de los ingredientes de temporada que la vasta costa de México tiene para ofrecer.
Al cruzar sus puertas, los visitantes son recibidos por un diseño arquitectónico que fusiona a la perfección el atemporal y lo moderno, una creación de los visionarios arquitectos Isaac Michan y Alexandra Bové. Este espacio invita a la comodidad y la relajación, brindando un ambiente donde el disfrute del arte culinario es el protagonista. Y es que la comida aquí es, sin lugar a dudas, la estrella del espectáculo.
Cada plato es una obra de arte culinaria, donde recetas de autor dan un giro interesante a los sabores tradicionales. Desde las ostras hasta los tacos de pescado y los mariscos a la brasa, cada bocado es una oda al mar y su generosidad.
La historia del chef Valencia es tan rica como los platos que presenta. Inspirado por su padre, dueño de la cantina El Bosque, y su exploración culinaria en el sureste de México, Raúl lleva la pasión por la comida en su ADN.
Su dedicación y talento lo han llevado a trabajar en diversos restaurantes y a ganar varios premios culinarios, hasta que finalmente le ofrecieron abrir su propio restaurante, Pehúa. Hoy, su aventura continúa con Ostrería 109, donde la cocina franco-mexicana se celebra en cada plato. Pero detrás de cada gran chef, hay un equipo excepcional. Federico Bermúdez, uno de los fundadores de Ostrería 109, destaca tanto por su talento artístico como empresarial.
En Ostrería 109, la arquitectura es una obra de arte en sí misma. El estudio de arquitectura Michan, fundado en 2010 y galardonado por la Architectural League of New York y Architectural Record Magazine, ve la arquitectura como una pregunta hacia la norma, una especulación de lo que puede ser el futuro. En este espacio, los “huesos” del lugar se dejaron al descubierto, las imperfecciones se convirtieron en motivos de diseño, y el resultado es un entorno minimalista y puro que complementa a la perfección la experiencia culinaria.