Cuando el protagonista de una película romántica sufre un desamor, lo hace al ritmo de un soundtrack triste o melancólico. ¿Quién no recuerda aquella canción de fondo cuando Noah extrañaba a Ali en “The Notebook”? Esto también pasa en la vida real, y más a menudo de lo que piensas.
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Esto se debe a que escuchamos música triste como una “píldora curativa”. La razón es que cuando el humano tiene un sentimiento de tristeza, enojo, ansiedad, miedo o incomprensión, al escuchar música se siente acompañado y surge la capacidad de relacionarse con alguien más que está en el mismo estado que él.
En el día a día, no estamos conectados con sentimientos como el sufrimiento, pero el escuchar este tipo de música nos permitimos estar en conexión con nuestras emociones. Quienes lo hacen empatizan con el compositor, el cantante o la letra y pueden experimentar la tristeza de la manera que prefieran.
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Según un estudio realizado por Tuomas Eerola –profesor de música en la Universidad de Durham en Reino Unido–, quienes recurren a la música triste es porque se sienten identificados y consolados. Es decir, la música les ofrece una cierta esperanza y ayuda al proceso de curación de una pérdida.
Sin embargo, para algunos puede resultar obsesivo. ¿Por qué? El escuchar música triste hace que experimentes calma o consuelo en un principio, pero al paso de los días provoca una indulgencia en el sentimiento negativo, mismo que puedes sentir durante meses o años. Lo mejor es lograr una catarsis al escuchar la canción y dejar ir el sentimiento. Imagina que cada vez que la escuches, ese sentimiento de nostalgia o tristeza regrese a ti. Es como tomar esa “píldora curativa” aún cuando ya no padeces de ninguna enfermedad, simplemente porque ya se volvió una costumbre.
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Así que si recientemente has pasado por una ruptura y has repetido esa canción más de 100 veces, es momento de detenerte y dejarlo ir. Es cierto que necesitamos la música triste en nuestras vidas, pero no para aferrarse a ese sentimiento.
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