En la semana en la que todos los ojos están puestos en Milan Design Week, entre lanzamientos audaces, nuevas colaboraciones y discursos visuales que miran hacia el futuro, hay una corriente silenciosa que también está capturando mucha atención: la del diseño que invita a bajar el ritmo. No sabemos aún con certeza qué veremos durante los próximos días en el evento italiano, pero esta tendencia ya se perfila como un respiro necesario en medio del caos estético: el estilo Kinfolk.

Kinfolk: menos decoración, enfocado a la forma de vida
Originado en Estados Unidos y con una estética inspirada en la comunidad Amish, el Kinfolk no es simplemente una manera de decorar, sino una forma de vivir. Se trata de crear espacios que respiren —literalmente—. Ambientes que no estén saturados, que no griten, sino que manejen muchísima calma, naturaleza y simplicidad.
En una época donde todo parece correr, donde las redes y la tecnología generan ruido constante, el Kinfolk propone una pausa. Sus interiores se construyen con materiales nobles como madera, lino, piedra o algodón; su paleta de color giran en torno a los tonos tierra, los verdes apagados y el blanco roto. Nada brilla demasiado. Nada distrae. Y todo tiene una razón de ser.
Cómo las generaciones buscan transformar sus espacios
Este regreso a lo esencial ha encontrado eco, sobre todo, en generaciones que han aprendido a priorizar lo funcional, lo honesto y lo sustentable. Mientras los millennials buscan autenticidad y un escape al consumo desmedido, la Gen Z adopta esta estética como un refugio ante la sobreestimulación del mundo digital.
Pero el Kinfolk no está solo. En paralelo han surgido otras microtendencias que, aunque visualmente distintas, comparten un mismo deseo: generar bienestar desde el interior de los hogares.
Soft minimalism, por ejemplo, apuesta por espacios despejados pero cálidos, donde los muebles parecen flotar y cada objeto tiene espacio para respirar. Wabi-sabi, el estilo japonés que celebra la imperfección y el paso del tiempo, se posiciona como una alternativa a los espacios demasiado calculados. Y el quiet luxury, que viene del universo de la moda, encuentra en el diseño su eco más sutil: formas contenidas, materiales honestos y una elegancia sin ser ostentoso. En resumen, las casas de 2025 buscan más que estilo: buscan pausa, intención y una forma más consciente de habitar.
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