Los cuerpos sin nombre de Imanol Caneyada

Con más de treinta años de vivir en México, el autor español Imanol Caneyada presenta una nueva novela, un relato situado en una actualidad distópica en el que la realidad pareciera alcanzarnos… una historia cruda y humana que desafortunadamente retrata la vida de miles de familias que han sido rotas por la violencia. 

El escritor de Cuerpos sin nombre nos platica sobre su inspiración, sus perspectivas sobre la corporalidad, el escribir como un acto político y los motivos lo impulsaron a crear este mundo ficticio de pesadilla.

Nuestra entrevista con Imanol Caneyada sobre su libro Cuerpos sin nombre

SAMUEL REYES: Llevas ya más de 30 años viviendo en México, en Sonora para ser precisos, ¿cómo fue tu llegada al país, qué motivó la decisión de venirte para acá?

IMANOL CANEYADA: Gracias. Pues yo andaba con la mochila, era muy joven, tenía 20 años, estaba conociendo mundo. Salí del País Vasco y primero llegué a Canadá. Un poco con esa idea de reconocer el mundo, de la aventura. No quería estar ahí, era una época dura en el País Vasco, cuando estaba el nacionalismo extremo exacerbado con la banda terrorista ETA. Eran una situación y una dinámica bastante asfixiante. 

No sabía muy bien qué quería hacer con mi vida; yo sabía que quería escribir y que para escribir tenía que, siguiendo un poco la ruta de los Hemingway y de los Henry Miller, tener aventuras y lavar platos, ser boxeador, yo que sé, todas estas cosas ¿no? Tenía 19 años. Entonces, llegué a primero a Canadá, a Montreal, donde estuve un par de años y ahí conocí a una comunidad mexicana que empezaba a asentarse y a tener cierta presencia… y de ahí me vine a México, un poco motivado por haber encontrado la cultura mexicana en Canadá y haberme vuelto muy estrecho, muy cercano a ellos, quienes me hablaban del país y me fueron “seduciendo”. Decidí comprobar eso que me contaban, conocerlo de primera mano. Fue amor a primera vista porque aquí estamos 34 años después.

SR: Pienso que todo este tiempo que has pasado en el país definitivamente te ha sensibilizado con respecto a las problemáticas que tiene México, e incluso tomas algunos de esos elementos cotidianos en tu novela, aunque es ciencia ficción. 

IC: Bueno, el tono de la novela, la cual en efecto juega con con lo fantástico, con lo insólito, plantea una especie de distopía, de territorio distópico que no se identifica exactamente en un sitio en particular, sino con una realidad cercana, tuvo que ver en gran medida porque este tema de las desapariciones ya se ha trabajado desde el realismo, tanto en la literatura como en el cine, por el lado periodístico y documental también está muy trabajado, en historias referentes a las buscadoras, a los desaparecidos, así que sentí que tenía poco que aportar. 

Por eso pensé en este tono, este género a través de los símbolos, es un relato que está lleno de símbolos como el de los brotes, los abscesos… estas enfermedades que les dan a los personajes. Por ejemplo, estos seres “burocráticos” que no tienen forma, que son amorfos, todos estos son una simbología que me permitía expresar conceptos de otra manera. 

Pensar en no hacer comparaciones, explorar todas estas heridas y todas estas dolencias y estas ausencias que hay en el país con referencia a este tema, desde un lugar que pusiera al lector en una situación diferente, porque uno a medida que va consumiendo el horror, el horror que vivimos cotidianamente en México, a medida que lo vamos consumiendo nos vamos insensibilizando como un acto de supervivencia. 

Pensé que esta manera de narrar esta historia desde este lugar, desde este tono, desde estos recursos narrativos más propios de lo fantástico, de lo distópico, me permitían darle una dimensión diferente y volver a poner al lector frente a este problema. Es imposible vivir en el horror permanentemente, pero de pronto no nos podemos olvidar que ese horror existe, ¿no? Sentí que esto era una posibilidad que podía tener mayor alcance en el lector que el realismo mimético, que reproduce de alguna manera lo que uno encuentra todos los días, lo que uno encuentra en documentales, en reportajes.

He manejado mucho el realismo en otras obras, también un poco encontrar otros tonos y otras formas de narrar también son desafíos, ya en lo personal, alejándonos un poco de lo de lo noticioso, creo que eso es parte de lo que este libro aporta. 

Los cuerpos sin nombre de Imanol Caneyada - cuerpos

SR: Esta referencia a la corporalidad, desde el título de la de la novela hasta las figuras, los abscesos que los personajes presentan y que sólo ellos pueden escuchar los gritos que de éstos emanan ¿cómo te relacionas con la corporalidad?

IC: El cuerpo para mí como novelista es muy importante, no solamente en esta novela.

La corporalidad siempre ha estado muy presente. El cuerpo como laboratorio de absolutamente todo, de las emociones, del pensamiento. El cuerpo como metáfora de muchas cosas, eso ya en otras novelas y en cuentos que tengo por ahí lo había trabajado y en este caso creo que fue un un proceso a la inversa. 

Fue la metáfora de “echar cuerpo”. Porque normalmente es una metáfora que se usa muchísimo, ¿no? Que se usa en sociología, en el periodismo mismo, en la antropología, el cuerpo social, la sociedad como un cuerpo y ciertas manifestaciones de ese cuerpo social como enfermedades o como síntomas de una enfermedad, etcétera. 

Se me ocurrió invertir y hacer que la metáfora se hiciera somática, que la metáfora se hiciera cuerpo, se hiciera carne, un poco la la idea de específicamente estas enfermedades, estos abscesos, estos bultos que les surgen a los a los familiares de los desaparecidos y las desaparecidas. 

A la hora de encarnar esta idea de la enfermedad, la sociedad como cuerpo y sus enfermedades, sentía que que adquiría una fuerza brutal pero, además yo pensaba que esta novela no es tanto sobre sobre una familia que busca, sino más bien es el relato tiene que ver con la familia cuando no busca… y todo lo que pasa en el intermedio, el papá busca y se sumerge en estos infiernos, obsesionado por si su hija hubiera caído en manos de alguna mafia de de explotación sexual, de trata de mujeres. 

La madre también, de pronto se acerca a un colectivo de buscadoras, sin embargo no es lo esencial de la novela, porque me interesaba más explorar cuando no están en la casa, cuando está esa silla ausente, vacía, es cuando la ausencia me parece que se hace más evidente; entonces, yo me imaginaba cómo se encarna ese dolor, cómo se encarna esa ausencia, cómo se siente la música que le gustaba a la persona que no está, o el programa de televisión o la comida que le gustaba. Todo eso, la dimensión que adquiere porque no está.

SR: ¿Cómo se plantea un presente distópico? En vez de un futuro distópico, que es como generalmente lo vemos ¿cuál es la motivación de darle ese ligero cambio, esa sutileza de llamarlo “presente”  en vez de “futuro”?

IC: En parte porque un futuro distópico, como bien dices, ya se ha trabajado y hay grandes clásicos. Yo mismo tengo una novela que se llama Nómadas, que maneja un futuro distópico, un futuro relativamente inmediato, pero futuro. Siempre te ponen como lector, a una distancia, no está sucediendo, pero puede suceder. 

Aquí lo que me interesaba, sobre todo, es cuando la ciudadanía se politiza, la reacción del poder en torno a eso, mientras tú no te politices, mientras obedezcas, mientras aceptes cómo son las cosas, mientras de alguna manera te subordindes a la estructura del poder que gobierna, ese poder se muestra tranquilo, democrático, tolerante. 

Pero una de las cosas que que aparece en la novela es cómo esta familia, que es de clase media, que de alguna manera ha abrazado los valores de del capitalismo, del neoliberalismo, de la meritocracia, con la desaparición de la de la hija todo se tambalea y empieza un proceso de politización tanto en el hermano, que es muy accidental, muy juguetón, muy lúdico, muy tonto por momentos, pero no deja de ser un de politización y también en el caso de de de la madre hay un proceso de politización entonces van a van a enfrentar al verdadero rostro del poder, que no es ni democrático ni tolerante, ni permisivo, ni está dispuesto a dialogar.

SR: Mucho se ha dicho y se ha alegado actualmente de si escribir es un acto político o no, ¿qué opinas?

IC: Respirar es un acto político. Ese es un juego muy perverso, porque no deja de ser una postura política, decir que la literatura no es un acto político. Tenemos una postura política porque al final de cuentas, tú estás asumiendo que la literatura sucede en un lugar, que no le corresponde a tu realidad inmediata y que sucede para una serie de personas a los que la realidad inmediata no les afecta y que pueden de alguna manera, desde estas élites, entonces planteando ese escenario no deja de ser una postura política.

También está el asunto de que si tú escribes sobre política tienes el riesgo de que tu texto se convierta en panfletario, que es otro concepto también mágico, que funciona muy bien para asustar al compromiso político, ¿no? Normalmente el panfleto es aquello que cuestiona a quienes tienen el poder. ¿Entonces se convierte en panfleto? Bueno, yo lo tengo muy claro eso, que la literatura, todo acto literario es político. 

Es inevitable, no importa lo que digan, o sea, cuando escribes un texto, un poema de amor, estás escribiendo un texto político porque estás desarrollando un concepto del amor y ese concepto del amor es un acuerdo social y ese acuerdo social está atravesado por un montón de de cuestiones, y la prueba es que un poema de amor, ahora en el siglo XXI, no puede ser lo mismo que un poema de amor del siglo XVI, donde la mujer era un objeto pasivo que inspiraba el arrebato amoroso del poeta. ¿En la actualidad eso sería impensable, no? Entonces, por supuesto, hasta un poema de amor está atravesado por los tiempos y cómo se configura esa sociedad y … ¿cómo se configura la sociedad? Pues a través de lo político. 

Otra cosa son los partidos, probablemente la manifestación más aburrida y más cínica  de lo político, pero también necesaria. 

SR: Me gustaría que me pudieras dar algún pensamiento de cierre, algo que que nos quieras contar, que creas que estamos dejando fuera, que sea importante. 

IC: Advertir a los lectores y lectoras que el texto es duro, que no es agradable, a pesar de que hay ciertos recursos para encontrar remansos y ventanas, también el humor, la ternura, etcétera. Pero bueno, en general la novela es dura… después de esta advertencia, pedirle a la gente que a pesar de eso, también entienda que la literatura no solamente es un ejercicio de entretenimiento, puede ser un ejercicio para sacudirse, para para incomodarse, para salir de la zona de confort, para replantearse el mundo y replantearme yo en el mundo.

Cuerpos sin nombre, de Imanol Caneyada, es editado por la Colección Andazas, del sello Tusquets y ya está disponible.