Aún recuerdo la primera vez que escuché a Tame Impala. Fue en 2009, cuando Reactor 105.7 hizo sonar obsesivamente Half Full Glass of Wine. La canción tenía toda la vibra psicodélica de bandas como The Jimmy Hendrix Experience y The Flaming Lips, quedé enganchado de inmediato.
Hoy Kevin Parker es la cara frente a Tame Impala, aunque en giras existe una banda en sí, el trabajo en el estudio es su proyecto personal, pero hace una década aún era una banda de tres piezas que en 2010 se convirtió en un éxito a nivel mundial con la publicación de Innerspeaker, su disco debut.
El rock psicodélico siempre ha estado presente, pero así como las películas serie B, influía a la música comercial sin convertirse en el centro de atención (con algunas excepciones como los ya mencionados Flaming Lips, que por cierto, Dave Fridmann, productor de cabecera de los Lips, mezcló Innerspeaker). Tame Impala cambió las cosas con este disco.
La diferencia entre Tame Impala y el resto de las bandas de rock psicodélico, es que a pesar de que las influencias del sonido eran evidentes (es imposible no escuchar un poco de Jimmy Hendrix, The Kinks y hasta The Stone Roses), también lograron consolidar un sonido propio que se sentía fresco, perteneciente al siglo XXI y no sólo añorando por el pasado lisérgico.
La distorsión en instrumento y voz, la presencia absoluta de la batería, los cambios bruscos en la estructura de las canciones. Melódicamente, Innerspeaker parece una película editada al estilo de David Lynch, donde al principio no sabes lo que sucede pero mientras más lo escuchas, algo comienza a tomar forma.
Esto no implica que sea un disco difícil de escuchar, precisamente eso fue lo que atrajo a sus fans. Desde que It Is Not Meant To Be abre el disco, escuchamos lo que se convertiría el sello característico de la banda, una introducción instrumental llena de color que va creciendo, y que cuando te acostumbra a su rítmica psicodelia se desvanece para dar entrada a la voz de Parker, quien canta sobre los clichés que el rock nunca puede evitar, el amor y la soledad.
Desire Be Desire Go entra en el ramo existencial y el sonido se acerca más al rock pesado, pero demostrando que la banda no busca imitar, sino hacer su propio trabajo sin importar dónde los cataloguen. Tame Impala lanzó uno de esos discos debuts que son perfectos, incluso cuando el rock australiano ha sido un estándar de calidad, la llegada de este disco fue una de esas veces en las que toda la industria recuerda que el rock puede sentirse fresco y que tal vez, hay una oportunidad al final del tunel.
Lucidity, Why Won’t You Make Up Your Mind, The Bold Arrow of Time… este disco acaba de ganarse el lugar entre los clásicos al cumplir 10 años, pero esto es algo que sabíamos que lograría desde que fue publicado. Con el tiempo la banda se ha transformado. Kevin Parker se convirtió en ese productor que hacía oro todo lo que tocaba y al seguir creciendo, el sonido tomó vibras más electrónicas que hizo que su nombre se convirtiera en headliner de los festivales más importantes.
Algunos desearían que Tame Impala regresara a hacer discos como Innerspeaker, pero cuando se logra algo a la perfección, querer recrear el éxito es una condena, y la banda ha seguido un camino que sin duda los ha llevado a tener críticas desiguales, pero que al mismo tiempo todas están de acuerdo en algo, esperan el momento en que Kevin Parker vuelva a sorprendernos de esta manera, y están seguros que lo logrará.
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