Durante su vida, Amy Winehouse no recibió el crédito que realmente merecía. Desde 2006 que su segundo disco comenzó a sonar en distintos rincones del mundo, la gente sabía que se trataba de una artista con una voz prodigiosa y un poder de composición incomparable, pero aún así, –tal vez porque a los artistas jóvenes no se les permite ser glorificados– muchos hablaban de un gran talento, pero no como lo hacemos hoy.
Perdimos a Amy Winehouse hace ocho años, y desde entonces hemos visto que su figura se ha convertido en lo que debió haber sido en vida, la de una mujer trascendental, cuya voz, mezcla de jazz, soul y pop, no tiene comparación.
Se trata de la última integrante del club de los 27 y eso eleva aún más el misticismo de su figura, pues junto a Kurt Cobain, Jim Morrison, Janis Joplin, Jimmy Hendrix y más, ahora es un pilar trágico en la historia de la música moderna.
Ella fue una mujer de extraordinario talento, que usó su dolor para componer, por lo que hay un romanticismo implícito en su obra. Por eso es que cada canción nos llega a lugares tan profundos de nuestro ser, porque sentimos su dolor, no es algo falso como lo que muchas cantantes de pop cantan en giras por todo el mundo. Ella vivió ese dolor, ella sufrió esas relaciones y ella se sabía rota por dentro.
Amy Winehouse usó la música para curarse, para curarnos y aunque la perdimos trágicamente, en sus melodías nos reconfortamos. Estas canciones en vivo ya son leyenda, y los que tuvieron la fortuna de verla desenvolverse en el escenario tienen un recuerdo que nunca olvidarán. El resto de nosotros podemos sentirnos agradecidos de ver la magia de su voz en estas inolvidables presentaciones.
Stronger Than Me – Glastonbury 2004
Back to Black – Brit Awards 2007
Love is a Losing Game – Mercury Prize 2007
Valerie (2007)
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