En su más reciente disco Lana Del Rey continúa con la misma energía que dejó en Norman Fucking Rockwell!, la cantante nos entrega nuevas canciones llenas de letras que acontecen a la muerte del sueño americano, restrospectivas de su vida y sobre todo un tributo a la cultura estadounidense.
Lana Del Rey logró publicar un disco que la crítica amó y la cimentó como una de las mejores escritoras en la industria. Después de eso lanzó su propio libro de poemas y se vio arrastrada a un escándalo virtual donde algunos la tachaban de racista y otros la defendían sobre todas las cosas. Aún así, acostumbrada a los constantes acosos de la prensa, se dedicó a grabar este disco, que se siente como un verdadero sucesor del álbum pasado.
White Dress nos lleva por los inicios de su carrera y con la voz más grave hasta el momento, Lana Del Rey nos cuenta lo difícil que ha sido navegar en una industria que la trata como un objeto. Chemtrails Over the Country Club nos lleva por una de esas postales que la cantante es experta en crear.
Cierra los ojos e imagina estar en esas magníficas residencias blancas de Estados Unidos donde el sol brilla y la gente sonríe, pero como siempre, ella te hace darte cuenta que todo está construido sobre una falsedad.
Bajo la producción de Jack Antonoff, la música mantiene ritmos lentos y muchas veces las baladas se vuelven demasiado introspectivas. Ahora Lana y Antonoff se alejaron del dream pop que llegamos a escuchar en el disco anterior, una movida inteligente para no parecer una copia exacta de NFR!, pero sí algo que hace que el disco pierda fuerza cerca de la mitad.
Como siempre son las letras de Lana las que vuelven sus discos algo más allá de lo que cualquier estrella pop hace en el momento. Cada vez son más las menciones religiosas en su música, pero más allá de parecer un cambio en su fe, parece ser un reflejo de la vida en el sur del país donde vive. También están las clásicas referencias al amor romántico y a California, un lugar que parece tan característico de Landa Del Rey como Nueva York para Fran Lebowitz o Martin Scorsese.
Sin embargo, parece que Lana finalmente está harta (¿o siempre lo ha estado?) de su hogar y busca la manera de huir. Huir de la fama, los incendios, las promesas vacías del dinero y simplemente adentrarse en nuevos terrenos que transformen su pasado y su futuro.
El disco podrá pasar desapercibido para muchos debido a la fuerza que mantiene el trabajo anterior de la cantante, pero sin duda es uno de los mejores del año y demuestra que a pesar de ser su séptimo disco de estudio, ella está encontrando un camino artístico que la puede llevar a nuevos lugares.