En uno de los pasajes de “The Handmaid’s Tale” —el celebrado libro de Margaret Atwood, que después fue llevado a la pantalla chica por Bruce Miller en una exitosa serie— nuestra narradora afirma que “Cuando pensamos en el pasado, son las cosas bellas las que elegimos. Queremos creer que todo fue así”.
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En una narración que se basa en la lucha constante entre el claustrofóbico presente y la memoria liberal, una afirmación así tiene sentido. Proporciones guardadas, pensar en el pasado en la vida real no es tan distinto. Hay más entusiasmo en reconstruir el goce que opacarlo con objetividad. No importa qué se recuerde, siempre habrá que traerlo al presente con una luz especial.
“Hot Fuss” fue el primer disco de The Killers, un grupo que se convirtió en un emblema de la decadencia del rock independiente al paso de los años. Salió en 2004 y, al ver hacia atrás, el mundo lo recuerda más como un lugar en donde viven un puñado de canciones que apestan a recuerdos más que como una verdadera obra en forma. “Mr. Brightside” o “Somebody Told Me” se han convertido en memoria de una generación que, como el personaje de Atwood, se empeña en mirar hacia atrás con dulce nostalgia.
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A 14 años de su lanzamiento uno puede darse cuenta de cómo es que los escuchas que lo convirtieron en un éxito en su momento lo han mantenido cálido y -extrañamente- vigente. Representación del inicio de una era del rock sin imaginación, el valor del disco poco tiene que ver con lo que en realidad es. Escuchar “All These Things That I’ve Done”, “Smile Like You Mean It” o “Change Your Mind” es recorrer la mente en un carrito de nostalgia y volver, como Anton Ego en “Ratatouille”, a una época menos complicada y llena de simples alegrías.
Una escucha basta para darse cuenta. No es el poder del enunciado como New Order, David Bowie, los Smiths o cualquier otra referencia impregnada en su música. No es tampoco innovación o desafío al oído, mucho menos ambición desmedida lo que hacen de esta obra de The Killers algo emblemático.
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“Hot Fuss” es el safe place de una generación que continuamente anhela sus momentos más icónicos por su sencillez. Un disco que a la distancia no luce como la gran obra maestra que muchos afirmaron que era, pero cuya efectividad para una población entera no está en duda. “Queremos creer que todo fue así”, y al escucharlo otra vez, después de tantos años, uno llega a creérselo sin problemas.