Erlend Øye grabó su último disco, Quarantine at El Ganzo en Los Cabos, pero más que una reseña de un trabajo planificado, esta es la historia sobre cómo en uno de los peores momentos para el planeta, un grupo de artistas tuvo la oportunidad de crear algo único que de otra manera habría sido imposible.
Erlend Øye se encontraba lejos de su natal Noruega cuando el coronavirus obligó a cerrar las fronteras de Europa y América. Para la anticipada reunión de The Whitest Boy Alive llegó a México, donde iba a tener una serie de conciertos en Monterrey y Ciudad de México, pero a partir de la cancelación de festivales, conciertos e incluso vuelos, terminó en Los Cabos junto a Sebastian Maschat y Jorge Aguilar en el hotel El Ganzo.
Este hotel es una joya de Los Cabos conocida por ser un hotel que ofrece experiencias perfectas para los visitantes de Los Cabos, pero también por ser una residencia artística, por lo que todos los días es común ver intervenciones que van desde la música hasta la pintura.
Anclados en el hotel, los miembros de The Whitest Boy Alive intentaron grabar algo nuevo para la banda, mientras el resto de los integrantes hacían lo mismo desde Europa, pero al tener una dinámica colaborativa en el estudio pronto se dieron cuenta que no iba a funcionar. De esa manera, Sebastián le mostró a Jorge y a Paco (director del estudio en El Ganzo) algo del material que él había estado trabajando por su cuenta y más por ocuparse que por tener que hacerlo, comenzaron a trabajar en el estudio.
Pronto Erlend Øye se sumó a las sesiones y de manera orgánica, como si fuera un secreto tácito, las horas en el estudio se convirtieron en una manera de pasar los días. Con la agenda libre y la imposibilidad de hacer otra cosa, esas sesiones improvisadas se convirtieron en un bootcamp donde pasaban gran parte del día ensayando y posteriormente grabando.
Para Jorge Aguilar, que platicó con The Happening, esta experiencia, como muchas de las que suceden durante la cuarentena, fue única en la vida. Los músicos con los que trabajó suelen tener una agenda tan apretada que es imposible estar con ellos más que unos días en el estudio, de igual manera, es imposible tener un estudio como el de El Ganzo disponible día y noche por dos meses completos.
Durante estas sesiones él estuvo encargado de la batería y cuenta que fue toda una master class de producción y ejecución, pues a diferencia de muchos de los discos que ha grabado (como el nuevo de Technicolor Fabrics cuya producción corre a cargo de Adanowsky) donde cada uno graba su instrumento y luego son mezclados, las canciones de Quarantine at El Ganzo se grabaron en vivo, eso quiere decir que si él tenía un error al tocar la batería, todos debían parar y comenzar desde cero. Ensayaban la canción media hora y después grababan en vivo y revisaban minuciosamente todo lo que había ahí sólo para después poner algunos detalles externos.
Irónicamente, grabar en uno de los hoteles más hermosos de Los Cabos no significó descansos para ir a la playa o la alberca, pues todo estaba cerrado durante esos días, a lo mucho subían para ver los increíbles atardeceres por los que Baja California Sur es conocido y después regresaban a trabajar.
Quarantine at El Ganzo es el registro de un momento único en la humanidad, cuando gente de todo el mundo puede congeniar en un punto y encerrarse por meses para crear algo nuevo.
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